lunes, 26 de agosto de 2013

Votos, consumismo y tiempos líquidos




El escenario después de las primarias y rumbo a las elecciones de octubre


Mirar el laberinto

Opinión

Por Esteban De Gori *

Sólo restan dos meses para las próximas elecciones, y no sería muy recomendable insistir en el análisis de los discursos mediáticos y mucho menos en que aparezca una “perla” que demuestre lo que algún candidato es o expresa. Todo se encuentra en la escena. El tiempo no juega a favor del oficialismo, y esperar algún “milagro” no es recomendable para aquellos que se toman en serio la política. Entonces, lo importante –ahora mismo– es el territorio, pero no sólo el jurisdiccional, sino el territorio de las pasiones y de los deseos de los diversos grupos sociales. Un territorio que no es estático, sino que es producto de la época, de los aportes culturales del Gobierno y de sus contrincantes. Cada subjetividad es un “campo de batallas y de tensiones” que hay que mirar con cuidado para no encerrarse en un laberinto. En este sentido, la política puede develarse como el arte de lo posible o de la transformación, pero en este momento tendría que volverse un “arte del contacto”. Uno que no sea un contacto delivery, ya que la adhesión no se provoca dejando un papel para que alguien lo lea.

La política no es sólo una cuestión de comunicación, sino la preocupación intelectual y militante por construir e interpretar ese contacto social, es decir, cómo interpretar ese campo de batallas y tensiones que habitan en la subjetividad del “otro” y las maneras en que los candidatos y otros actores (empresariales, mediáticos, etc.) han intervenido sobre éste. El kirchnerismo está ante el drama de su propia construcción, es decir, ante sus consecuencias no deseadas. Ha impulsado el consumo en todas las clases sociales y el bienestar social, incluso ha creado y ampliado una clase media, pero con ello ha forjado un conjunto de deseos aspiracionales que confrontan con los sacrificios que el kirchnerismo exige a las clases medias, como el “cepo al dólar”, o la precariedad que se suscita con la inflación y el “impuesto a la ganancias” entre los sectores populares. Ninguna perspectiva del bien común, ni apelación épica, resiste ante el desencantamiento, y ello se debe a que la vida cotidiana es el entramado más vital de los imaginarios sobre el presente y el futuro. Pero ese imaginario no está sólo condicionado por lo económico, sino por las interpretaciones que se construyen sobre éste y sobre las representaciones que están vinculadas con el futuro. El bienestar económico no crea legitimidad duradera por sí mismo, sólo provoca adhesiones fluctuantes, signo propio de esta época. Asumir el drama del otro para hacer política es inevitable. En este sentido, el kirchnerismo sólo puede persistir si construye huellas y efectividades en el “otro cotidiano” y no piensa que la economía y algunos programas de gobierno lo hacen todo al modo de una maquinaria de la adhesión.

El consumismo –potenciado en estas épocas– alienta en sí mismo una utopía progresiva y se lleva mal con los sacrificios y con todas aquellas políticas que sean entendidas o traducidas como una interrupción del mismo. Por lo tanto, la reivindicación del consumo en todas sus variantes también introdujo al oficialismo en un gran dilema. Luego, existen otros, como el haber apelado a la construcción generacional, pero no tener referentes que podrían encargarse de una sucesión presidencial. Es decir, se erosionó la idea de continuidad. El otro dilema es haber descentralizado el poder de las gobernaciones en mano de los intendentes, pero no se ha descentralizado el “arte del contacto”, sólo se lo ha dejado pragmáticamente a estos últimos, condición que les permite migrar con cierto poder a otros destinos. El massismo, además de presentarse como el “ejército de desencantados” que asumen una mirada racional sobre lo bueno y lo malo y “una continuidad en otros términos”, tuvo una lectura y una estrategia sobre los cambios –nacionales y mundiales– operados en las clases medias y sobre las posibles necesidades que comienzan a presentarse en los imaginarios populares. Comprendió las lecturas que se hicieron contra los gobiernos progresistas en la región y sus viabilidades. También se apoyó en una estrategia mediática que ha tenido cierta efectividad y que se sostiene sobre el “morbo social que supone la corrupción”. El massismo disputó y apeló a una clase media fortalecida y creada por el gobierno nacional que está más cerca de cierta felicidad cultural que propone la imagen bucólica “del río, sus barquitos y de los patrulleros dando vueltas” que de una felicidad que parece acosada por los “problemas” que provoca la política. La propuesta abstracta de “una vida tranquila” –y de la cual se sustrae todo esfuerzo del hacer político– parece ser mejor recreada por el massismo que por aquellos que realizan un reconocimiento realista del conflicto como forma de alcanzarla. El massismo, al corriente de las culturas líquidas, propone una virtual “continuidad apacible” y el kirchnerismo, “la fragilidad que supone la realidad”. Ante ello, al kirchnerismo no le queda como única opción el “seguidismo a la opinión pública” ni mucho menos la subordinación a corporaciones o a dirigentes que “huelen sangre”, sino introducir desde los territorios subjetivos los reclamos y deseos de sectores medios y populares en una práctica política que articule una propuesta reformista con una astucia pragmática.

* Investigador Conicet/IIGG, profesor Idaes/Unsam.



Qué votamos cuando votamos

Opinión

Por Roberto Follari *

Encuesta postelectoral: un candidato al cual le fue muy bien en Mendoza fue votado sólo por un 18 por ciento de sus seguidores “por sus proyectos”. En cambio, casi el 50 por ciento lo votó “porque me gusta”. Es decir, se lo eligió como se elige una bebida cuando nos sentamos en un bar, o como se elige el color de una prenda a comprar: lo que me gusta, simplemente. Son tiempos posmodernos los que vivimos. De cultura visual, fragmentaria, vertiginosa. De estimulación permanente por TV, celulares e Internet, y de mínimo espacio para el ensimismamiento y el pensar. Tiempos de apuro permanente e inmotivado. De tal manera, nos han convencido de que elegir gobernantes se parece a elegir productos de mercado. Simpatía, sonrisas, “ser buenos”. Tanto así ha sido que en esta campaña algunos candidatos parecía que, más que ofrecerse para cargos políticos, lo estuvieran haciendo para competir con el Papa en imagen de bonhomía y amor a todos.

Poco importa que, en muchos casos, tal simpatía sea un producto propagandístico, demagógico y falso. O que sea auténtica simpatía de alguien que sea parecido a uno y a los muchachos del café, cuando para gobernar se necesita alguien que no se parezca a uno, que sepa hacer lo que uno no saber hacer: ser legislador activo y eficiente, o ser capaz de sostener una gestión ejecutiva y firme.

Se juega el futuro de la Argentina en cada elección. No es para resolverlo en términos de “me gusta/no me gusta”, en términos de si las personas son soberbias o humildes, charlatanas o calladas, simpáticas o antipáticas. Lo que se juega en la política no son cuestiones psicológicas y personales, son proyectos colectivos. Es –sobre todo– si la política predominará sobre la economía, por ejemplo, o si las políticas de mercado libre son lo que conviene, al estilo de cuando estuvo Cavallo en el ministerio; si habrá disminución de la desocupación, o si la desocupación regresa a los niveles de Menem y De la Rúa; si los conflictos sociales se arreglan con represión sistemática o si se sostiene tolerancia ante la protesta; si los crímenes de la dictadura volverán a la impunidad o se resolverán por vía de la Justicia; si cobramos a fin de mes, o volvemos a tiempos de cobrar más allá del día 5; si cobramos en moneda efectiva, o nos gusta el Lecop y el festival de bonos; si preferimos una política internacional autónoma o las relaciones carnales con los dominadores; si queremos seguir exigiendo por Malvinas o les mandamos regalitos de Winnie Pooh a los kelpers, como se hacía hace algo más de una década. En fin, se juega, además, que haya gobiernos sólidos como para no caerse al poco tiempo de iniciados, o si apostamos a la inestabilidad institucional que afecta todas las funciones sociales y económicas: al ahorro, la inversión, las compras y el consumo en general.

Eso se juega. No tiene nada que ver la simpatía personal, la gente que “me gusta”. Alguien puede ser soberbio y buen gobernante, humilde y pésimo político. La política no es una continuidad simple de las cualidades de relaciones cotidianas, de amistad o de familia. Si me subo a un avión, no me interesa que el piloto sea simpático, no me pregunto si “me gusta”: la cuestión es que el avión no se caiga, que ese hombre sepa pilotear. Todo lo demás está de sobra.

Es lo mismo a la hora de la política y del gobierno. Necesitamos quien sepa gobernar, lo cual nunca es sólo una cualidad personal: es de partido y agrupación política, de equipos de gobierno, de fuerza suficiente para sostener la gobernabilidad. Es cuestión de programas y proyectos. Haber votado a un candidato porque “me gusta” es una importante liviandad, que podría pagarse muy caro: un país de nuevo como en 2001, ingobernable, empobrecido, asfixiado por la deuda externa, de consulados repletos de gente que quiere irse, no es algo que alguien pudiera querer. Y para ello hay que buscar proyectos, capacidad de gobierno, sustento para sostenerse en el gobierno. Volver a los gobiernos/flan no puede hacerle bien a la Argentina. Tampoco tener legislaturas paralizantes o viscosas, donde nadie sabe qué votará cada uno, pues muchos no tienen programa ni exhiben ideología.

El país merece más que la indiferencia de votar por caras lindas, sonrisas simpáticas y declaraciones bonachonas de ocasión. Se requiere mostrar que se puede y se sabe gobernar. Es en torno de esto que elegimos, no de un concurso de “quién es el mejor muchacho de la cuadra”.

* Doctor en Filosofía, profesor de la Universidad Nacional de Cuyo.

Fuente: Página /12

26 de agosto de 2013

sábado, 24 de agosto de 2013

Pensamiento crítico y desarrollo social





Por Emir Sader *

Nunca se ha producido tanta riqueza en el mundo y nunca ha existido tanta miseria, pobreza y desigualdad social. Sin embargo, mientras en el centro del capitalismo esos fenómenos se profundizan y se extienden, en América latina pasa lo opuesto.

A pesar de la recesión internacional, los gobiernos progresistas de la región han logrado no solamente resistir y no caer en recesión –como en todas las ocasiones anteriores–, como han resistido y han mantenido e intensificado sus políticas sociales redistributivas y de inclusión social.

El rol del pensamiento crítico es formular esa vía como alternativa, para que otros países del continente y de la periferia del sistema puedan darse cuenta de que no es necesario someterse a los préstamos del FMI. Es combatir el pensamiento único, que todavía busca imponer las reglas del capital financiero a los Estados endeudados. Los gobiernos progresistas han logrado salir de ese círculo vicioso y retomar vías de desarrollo económico y social.

El pensamiento crítico latinoamericano tiene delante de sí inmenso laboratorio de transformaciones sociales, regresivas y progresivas, en corto espacio de tiempo. Tienen la obligación de descifrar las lógicas de una vía y de otra, para entender sus mecanismos, descifrar sus obstáculos y proponer caminos que permitan dar continuidad a esos procesos.

Procesos únicos, porque nunca antes, en períodos de hegemonía de modelos conservadores en escala mundial, se había logrado eso. Nunca se había logrado salir del círculo infernal de las Cartas de Intenciones del FMI para retomar el desarrollo económico con inclusión social en tan poco tiempo.

Es, fue –y sigue siendo– posible porque esos gobiernos no han mantenido la prioridad del ajuste fiscal, sino que la han desplazado para la centralidad de las políticas sociales. Porque no han mantenido el Estado mínimo –y la centralidad del mercado– sino que han retomado el rol del Estado como inductor del desarrollo económico y garante de los derechos sociales. Porque no han firmado Tratados de Libre Comercio con los EE.UU., lo han sustituido por la prioridad de los procesos integral regional y los intercambios Sur-Sur.

Esta es la gran novedad en la lucha contra el neoliberalismo: la existencia de un conjunto de gobiernos, en América latina, que avanza en la superación del modelo neoliberal. Los ministros de Desarrollo Social de todo el continente se van a reunir en Buenos Aires del 16 al 18 de septiembre, convocados por el Ministerio de Desarrollo Social y por el Programa MOST, de Unesco –del cual la ministra Alicia Kirchner es presidenta–, para hacer un balance de la situación social de América latina y el Caribe. Es la más importante reunión de dirigentes de gobierno del área social que se hace en el mundo, justamente por las contribuciones que el continente está haciendo en el área.

Será un momento fundamental para que se pueda dar cuenta de los avances, las experiencias nuevas, las dificultades y el desarrollo desigual en el mismo continente –según las orientaciones de cada gobierno– del combate a la miseria, a la pobreza y a las desigualdades. El pensamiento crítico latinoamericano está invitado a recoger de las exposiciones, de los análisis y de los debates el más denso material sobre el tema central de nuestras sociedades, porque América latina sigue siendo el continente más desigual del mundo, a pesar de los avances realizados por los gobiernos progresistas de la región.

* Intelectual brasileño.

Fuente: Página /12

24 de agosto de 2013

miércoles, 21 de agosto de 2013

Progresismo, deserciones y manipulación política






Por Edgardo Mocca


Con la nota publicada en Clarín, el pasado domingo, la ex diputada Vilma Ibarra reabre la ya muy transitada discusión sobre el progresismo y su relación con los gobiernos kirchneristas. Utiliza como referencia y blanco principal de sus críticas a Martín Sabbatella, de cuya conducta política extrae el ejemplo de una claudicación: la del progresismo que “hizo silencio”, “traicionó su historia y su identidad” y a quien “le faltó coraje” para denunciar la “corrupción kirchnerista”. La nota está atravesada por circunstancias témporo-espaciales muy significativas: su publicación se produce una semana después de las elecciones primarias en las que disminuyó la fuerza electoral oficialista, diez días antes de la audiencia pública citada por la Corte Suprema a propósito de la ley de medios –de la que Sabbatella es la expresión pública más directa– y en las páginas del diario Clarín.

Abstracción hecha de las descalificaciones políticas con las que lamentablemente se cierra, el escrito resulta interesante como exposición de un punto de vista de lo que significaría ser progresista. Su punto de vista sobre la cuestión empieza con la sorprendente afirmación de que, después de la elección primaria del domingo, “Elisa Carrió se presenta como líder de un importante espacio de centroizquierda”. El verbo utilizado tiene el discreto encanto de la ambigüedad: no “es”, sino que “se presenta”. Y en esa presentación está marcando, según ella, una ausencia en los sectores progresistas que apoyan al Gobierno. Larga sería la discusión sobre si hay un ser de la política por fuera de la presentación, pero Ibarra no abre, en este punto, ninguna discusión: se propone mostrar cómo Carrió, Macri y la izquierda testimonial –algo así como el recorrido del arco político en toda su amplitud– han tenido un discurso “consistente” sobre la corrupción, del que según su autora careció el “progresismo kirchnerista”.

Un poco más cerca de un intento de definición del sujeto político cuya identidad justifica el ataque a un sector político definido (la fuerza de tradición de centroizquierda que forma parte del kirchnerismo), Ibarra declara su añoranza de las voces “que hace no muchos años convocaban votos, voluntades y militancia, con un discurso que demandaba una Justicia independiente, una mejor redistribución del ingreso y una lucha frontal contra la corrupción, el clientelismo y la re-reelección menemista”. Para la autora de la nota, entonces, la cuestión principal es la relación entre lo que en los años noventa se llamó centroizquierda o progresismo y el proceso político kirchnerista. Efectivamente, en aquellos años –los años de la revolución neoconservadora, de la caída del Muro de Berlín, del Consenso de Washington– la agenda central de las fuerzas que con más energía y, en algunos casos mejor resultado electoral, disputaban con el menemismo giraba en torno de la corrupción, los abusos decisionistas y las estrategias de reproducción de su poder. Ni antes ni después de su victoria electoral, esos sectores plantearon la existencia de un proyecto de desarrollo nacional alternativo al que se desarrollaba en esos años con todo su esplendor y toda su violencia social. Como participante activo de aquel sector, puedo decir que la “mejor redistribución social” que el texto le atribuye funcionaba más como señal de una lejana tradición política que como un programa político. Claramente, y así lo demostró la experiencia de la Alianza, la distribución regresiva y el aumento de la desigualdad no eran fenómenos exteriores, sino puntales del programa económico y del proyecto político vigente en esos años.

Aquella experiencia política puede ser reconocida valorativamente por su eficacia política para enfrentar a un gobierno que avanzaba en una dirección conservadora con apoyo social mayoritario y a favor de la instalación de un “pensamiento único” en el país. Sin embargo, ese reconocimiento debería completarse con el señalamiento de límites conceptuales que lo llevaron a confluir políticamente de modo indiferenciado con quienes sustentaban un proyecto de atropello social y vaciamiento de la política. El progresismo de entonces no fue, de ningún modo, el ala izquierda del gobierno de la Alianza; con respeto histórico hay que recordar que fue Raúl Alfonsín, enfrentado con la dirección radical de entonces, quien se constituyó en uno de los más severos críticos del proyecto de país impulsado por el menemismo y no ahorró críticas al gobierno de la Alianza. Nada que pueda llamarse eficacia contra la corrupción estatal o “superación del clientelismo” (cualquiera fuera la definición de tan ambiguo y presuntuoso objetivo) fue puesto en marcha por la coalición que ganó la elección presidencial de 1999; el vergonzoso episodio del soborno en el tratamiento de la ley laboral en el Senado incluyó entre sus protagonistas a algún referente de la fuerza progresista de la época.

La memoria reivindicativa que ensaya Ibarra tiene un marcado sentido político, el de situar en un pie de igualdad al menemismo con el kirchnerismo y, a partir de ahí, comparar el “coraje” de aquel progresismo y el “silencio” de sus oscuros herederos oficialistas. Claro que esto no puede hacerse sin construir un momento de ruptura entre la etapa de su propia adhesión al oficialismo y su actual posición de impugnación. Ese parteaguas se construye a partir del rumbo político asumido por el partido que dirige Martín Sabbatella, cuando decidió afirmarse como fuerza componente del espacio kirchnerista. Según la mirada del artículo, esa decisión trajo consigo el silencio de la crítica y la pérdida de la independencia. El desarrollo de la nota permite ver que el silencio que se cuestiona es el de no haberse sumado a las campañas desestabilizadoras que en los últimos meses han girado en torno de muy promocionadas denuncias de corrupción y de la cerrada resistencia de la corporación judicial –dentro de la que hay muchos protectores de corruptos– a un proyecto de democratización de ese poder. Lo más sugerente es que Ibarra, igual que todos los exponentes conocidos de la vulgata clarinista, solamente hace referencia a casos en los que las sospechas salpican más o menos cerca de los funcionarios kirchneristas o de sus amigos. Nada de corrupción en el Poder Judicial, entre los grandes concentradores de la propiedad de la tierra, ni en las finanzas, ni en los multimedios. En estos discursos aparece con nitidez cómo los temas de ética pública han dejado de ser necesariamente síntoma de valentía y de transparencia política para pasar a ser con mucha frecuencia instrumentos de una estrategia política. Diríamos mejor, de una estrategia antipolítica, puesto que una vez que el antagonismo se desplaza al plano ético quedan afuera las cuestiones del rumbo político del país, las cuestiones del contenido del poder: solamente nos resta creer que entre los amigos o aliados políticos actuales de Ibarra no hay políticos corruptos ni caciques clientelistas o que los fenómenos de corrupción política serán algún día drásticamente eliminados por apelaciones morales como las que la autora dirige a Sabbatella y al kirchnerismo.

Una discusión más fructífera tendría que abandonar el territorio de jueza de un tribunal moral que adopta la autora del artículo. Tendría que preguntarse por la naturaleza de los procesos transformadores, por su historia nacional y mundial. Tendría que pensar en los liderazgos de esos procesos, sus alianzas, sus contradicciones, sus glorias, sus miserias y sus tragedias. Desde Maquiavelo (¡hace quinientos años!) podríamos saber que el líder transformador no es un reformador moral, no es un agitador de verdades sagradas ni un cultor de los buenos modales. Que su moral tiene eje en el bien de la patria. Podríamos saber que la política es la disputa del poder y ésta no ha sido nunca en la historia materia de monjes ni de almas bellas. Hace falta mirar a nuestro alrededor para saber cuán corruptos, mentirosos y clientelistas son, para las clases dominantes de sus respectivos países, personas como Chávez, Correa, Evo Morales e incluso Lula y Dilma en el tan envidiado Brasil. Hace falta recordar el juicio de los contras sobre Perón y Eva Perón. Y también el juicio ético que tenía la oligarquía argentina sobre Yrigoyen y el radicalismo transformador. O, más cerca, la manera en que fue usada la cuestión de la corrupción en el desgaste del gobierno de Raúl Alfonsín.

Hay un sector participante de aquellos “años dorados” del progresismo de los noventa que ha producido un viraje en la dirección del compromiso con un proyecto que considera profundamente transformador. Ha decidido, en consecuencia, asumir sus problemas, vivir sus contradicciones, fundirse con él en términos de horizonte histórico y práctica concreta. Ibarra habla en tono crítico de lo que Sabbatella “no hizo”. Para el autor de esta nota hay algo muy importante que no hizo: no se prestó a ser la luminaria progresista y ética del multimedio y sus favorecedores, tarea para la que no tenía ningún antecedente de corrupción que lo inhabilitara. Tomó una decisión política de alto riesgo por la que parece estar dispuesto a pagar costos. Toda decisión política puede discutirse. Sin embargo, la discusión que plantea Ibarra está cargada de los estereotipos de la prensa dominante y, lo que es peor, se inclina a la descalificación moral en el lugar que correspondería al debate de ideas.

Fuente: Página /12
21 de agosto de 2013

sábado, 17 de agosto de 2013

La necesidad de un nuevo 17 de Octubre


 

Hay que volver a impregnar las fuentes de la urbe paqueta con el olor a pata de los grasitas.

Por:

Víctor Ego Ducrot

Para utilizar una expresión que supo imprimir Hugo Chávez al semantizar su programa nacional, popular y democrático, "bolivariano" él mismo decía; el kirchnerismo es el peronismo del Siglo XXI, y por consiguiente requiere su propio 17 de Octubre: un 17 de Octubre con algunos significados distintivos, en tanto que su conductora, Cristina Fernández de Kirchner, está al frente todos los días, y entonces no hay que rescatarla, como sí hubo que hacerlo con el general Juan Domingo Perón, sino ayudarla a que pueda avanzar con lo que ella quiere y está a dispuesta a llevar adelante, tal cual lo dice a viva voz y con toda la fuerza de una pasionaria.

La Historia nunca reconoce un día igual a otro, ni a ningún protagonista vertebral como sustituto del anterior. La Historia se entiende y se explica sólo desde dos categorías que dialogan entre en sí, a partir de sus respectivas y más imperfectas dialécticas, como impulsos y consecuencias: las tramas insoslayables de la economía en tanto ámbitos de producción y distribución de riquezas, y las cosmovisiones nacionales, epocales y en disputa, o estructuras de tramas espesas, como las que normalmente quedan atrapadas dentro del contexto conceptual de ideologías, dispositivos culturales y aparatos de sentido.
Aclarado que no estamos ante un escenario sobre el cual los grandes contingentes sociales de esta Argentina tengan la obligación de rescatar a quien ejerce el liderazgo reconocido por el subsuelo de la patria sublevada de nuestros días, quizá vaya de suyo ensayar acerca de cuáles pueden ser las características del nuevo 17 de Octubre, que me atrevo a considerar de urgente necesidad.

"No digo / no / quedar en la puteada / gritó / el que estaba desde la. / pero sí / que hay que acabar / con el miedo / a pegar el cascotazo / dijo pegando el. / lanzando un (…). Así escribió entre sus tantos versos de "La patas en la fuente" el gran poeta peronista Leónidas Lamborghini, quien apenas si hace un par de años más o menos tuvo la tan mala idea de tomarse el buque hasta lo cielos.

Hay que volver a impregnar las fuentes de la urbe paqueta con el olor a pata de los grasitas y descamisados del este comienzos del XXI argentino, que saben que lo hecho en los últimos diez años por nada del mundo se debe perder, porque si así sucediese, como siempre, aunque con otras muertes, los que dicen que la patria no es el otro sino ellos mismos y para ellos solitos, esos, volverán a matarnos.

Se trata de otros descamisados, inmersos en grandes diversidades culturales, de clase, de género, sexuales, etarias e identitarias; y podría seguir pero creo que nos entendemos. Son los descamisados para quienes el nuevo 17 de Octubre es para más de lo realizado: desde la Asignación Universal, desde le Ley de Medios, desde la nueva YPF, desde la recuperación de los fondos jubilatorios, desde el matrimonio igualitario, desde tanto y mucho más, nunca menos; hacia más vivienda, más educación, más salud, que el aborto no sea nada más que para las ricas, más allá de sus santulonerías, más riquezas para los pobres, más impuestos para los ricos, para los bancos para las corporaciones.

Son los descamisados que junto al Twitter, el Facebook y con el celular, los mensajes de texto convocantes y las mil y unas de los nuevos tiempos que corren también deben estar dispuestos a recuperar el paredón del barrio a tiza y aerosol, la conversación apasionada con el vecino y la compañera de laburo, reconociendo errores, y esforzar al máximo la capacidad de generar y ampliar consensos; porque de esa forma no habrá suplentes ni titulares, ni "massas" afuera, ni oportunistas adentro, "a quienes nadie les cree sus súbitos sarampiones kirchneristas, ni "magnetos", ni "gueloesestris" que puedan; y que la cosa no sea sólo para octubre y para el 2015 sino, como fue con aquel 17 de octubre del '45: fundacional y transformador desde una perspectiva de Historia a tiempos más extensos.

Algunas claves para avanzar con esta idea del 17 de Octubre de nuevo tipo que necesita el peronismo del Siglo XXI están en la provincia de Buenos Aires, a partir de dos actores a quienes sigo de cerca, incluso con fines de análisis académico.
El vicegobernador Gabriel Mariotto, quien supo traspasar la malla de la reivindicación sectorial y convertir a la comunicación democrática en trama de espesor nacional, hasta llegar a la sanción de la Ley de Medios, propone desde hace tiempo ciertos rasgos de militancia innovadores, determinantes para el nuevo 17 de Octubre: caminar las barriadas y los territorios necesitados, más para oír que para exponer, como lo hizo en las reciente campaña de las PASO y ya lo retomó de cara a las elecciones de octubre; y recuperar el sentido de la militancia profunda, de la vida cotidiana, al fundar una nueva concepción de local político o "unidad básica", las Casas Compañeras de Proyecto Nacional (el espacio militante que él encabeza), las que operan en las viviendas mismas de quienes desde los ámbitos familiares (¡atención con esa modalidad!) se suman a dar lo suyo por la profundización de la década ganada desde el surgimiento de aquél Néstor Kirchner que ordenó bajar los cuadros de los dictadores. En ese contexto, el titular del Senado trabaja en temas cruciales para el conjunto de la sociedad, como lo es el de la seguridad, con una dirección democrática, y el acompañamiento a la gobernabilidad de un distrito complejo, datos que se expresan por sí solos.

No fue entonces ninguna casualidad durante la pasada campaña por las PASO ver al gobernador de la provincia dándole todo el apoyo, acompañando y caminando por lo barrios junto a quien fuera precandidata kirchnerista para el Concejo Deliberante de La Plata, Florencia Saintout, una académica de la Comunicación (como Mariotto), que en tanto decana de Periodismo de la UNLP concibió y se puso al frente de una de las iniciativas más peronistas de la historia de la educación superior pública de la Argentina: ubicó al centro de estudios que ella conduce como epicentro de la gigantesca operación de solidaridad con los inundados del 2 de abril de este año, operación que la propia Cristina bautizó "la patria es el otro". Por consiguiente, no debería extrañar a nadie el caudal de votos recogidos por Saintout hace una semana, que la pone a las puertas de ser figura ineludible del kirchnerismo en la capital bonaerense.

"La construcción es lenta pero la destrucción es inmediata, por eso debemos impedir la implementación de la más mínima medida neoliberal, en tiempos en que la crisis capitalista está horadando a las familias. Sabemos que el poder histórico de este continente es muy fuerte y por eso hay fuerzas que quieren frenarnos; estamos convencidos de que a esa lucha por una patria para todos debemos expresarla en militancia y en palabras, para seguir avanzando en el proyecto liberador", dijo el lunes último Mariotto desde su programa en Radio Provincia. Seguro que el nuevo 17 de Octubre lo tendrá como figura central del peronismo del Siglo XXI, aunque el protagonista profundo de una jornada como la que entiendo hace falta, una vez más será el pueblo en movimiento…¡Ah! ¿Y si empezamos por llenar las calles con cientos de miles de compañeros y compañeras para decirle a la Corte Suprema que no debe maltratar a la República?

Fuente: Infonews

viernes, 16 de agosto de 2013

Hidrocarburos y soberanía




HECTOR VALLE DEFENDIO LA ASOCIACION ENTRE YPF Y CHEVRON


“El acuerdo es un ejemplo de vinculación de una empresa nacional con el capital extranjero”, destacó el economista y director de YPF, en su intervención en el seminario en el Banco Nación. Descalificó las críticas de la oposición.


Héctor Valle, miembro del directorio de YPF, defendió el acuerdo con Chevron, “importante no tanto por la inversión en sí misma, que es interesante, sino por lo que significa como prueba o ejemplo de una vinculación de una empresa nacional con capital extranjero, con reglas de juego muy claras y a igualdad de riesgo y de beneficios”. Destacó que, contrariamente a lo que critica la oposición, este tipo de decisiones permitirá “sustituir importaciones y, a la vez, resguardar la soberanía”.

El economista y titular de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE) cuestionó los planteos opositores “carentes de propuesta alternativa; no conozco ninguna que plantee cómo resolver el problema del autoabastecimiento de combustible”. También criticó que se descalifique el aporte externo per se. “No es lo mismo una inversión directa, a riesgo, que un préstamo del exterior”, apuntó.

En su intervención en el seminario internacional “Argentina y América latina - La agenda para el desarrollo y la integración”, Valle expresó que este acuerdo expresa “muy claramente la participación que tendrán las dos empresas, con los riesgos y beneficios que tendrá cada una”. Indicó que la inversión de 1240 millones de dólares que aportará Chevron “abarca una pequeña área de Vaca Muerta, un plan piloto del que se podrán obtener buenos resultados o no lograr nada (...). En este caso, cada empresa aporta el 50 por ciento de la inversión, que madurará en cuatro o cinco años, y las dos compartirán riesgos y beneficios por igual; si se cumple la meta de producción, las dos empresas podrán exportar hasta el 20 por ciento de lo producido, y si la producción interna no alcanza, el Estado nacional tendrá prioridad para adquirir ese porcentaje”.

El director de YPF subrayó que esta inversión servirá como ejemplo de asociación con una empresa de mayoría estatal “para otros que estén dispuestos a asumir los mismos riesgos: la perforación de un pozo no convencional representa cinco veces el costo de un pozo en áreas convencionales y con mucho más alto riesgo”. En el caso de Chevron, destacó que además de la inversión en capital “hay un aporte tecnológico”. El régimen promocional del decreto 929 establece el derecho de toda empresa que intervenga en un proyecto de exploración y explotación de hidrocarburos, con un aporte de capital no inferior a mil millones de dólares, a exportar hasta el veinte de la producción que obtenga después del quinto año y a disponer libremente de las divisas recibidas en el exterior. En el caso de YPF-Chevron, este acuerdo de inversión de 1240 millones de la firma estadounidense abarca apenas un plan piloto sobre 20 km2 del área General Mosconi, para la perforación de 100 pozos durante un año o año y medio. El desarrollo integral de la zona demandaría, al menos, cinco año más y una inversión superior a los 15 mil millones de dólares.

Valle justificó la asociación con la firma norteamericana, por otra parte, desde la necesidad del país de dar respuesta a su abastecimiento energético. “En la situación actual de la Argentina, que por su crecimiento económico tiene una fuerte dependencia de importación de energía, hay que encontrar mecanismos para sustituir esas importaciones con soberanía nacional”, insistió.

El presidente de FIDE también proyectó la importancia estratégica de contar con autoabastecimiento de hidrocarburos y el desarrollo de otras áreas industriales, y no circunscribirse a las materias primas agrícolas exportables y esperar que, a partir de ellas, se obtengan las divisas para importar insumos básicos, como el combustible. “En el mundo que se viene hay que tener en cuenta las fluctuaciones en los precios de las materias primas, con lo cual se vuelve muy peligroso especializarse sólo en eso”, señaló.

Fuente: Página /12

16 de agosto de 2013

“Los salarios son la base del crecimiento”




KICILLOF DEFENDIO LA ESTRATEGIA OFICIAL PARA DESARROLLAR LA ECONOMIA Y CRITICO LAS RECETAS ORTODOXAS


El viceministro de Economía acusó a economistas ortodoxos y sectores de la oposición de usar las mismas ideas frente a cualquier circunstancia: bajar el gasto y los salarios, subir las tasas de interés, endeudarse y devaluar.

Por Tomás Lukin


“Las políticas aplicadas en Argentina están en las antípodas de las recetas recomendadas por la ortodoxia local e internacional. La batería de medidas de estímulo desplegadas está dando resultados”, afirmó el secretario de Política Económica, Axel Kicillof. El viceministro de Economía abrió la última jornada del seminario “La agenda para el desarrollo y la integración: las relaciones Sur-Sur”. Durante su exposición, Kicillof destacó la fortaleza de la economía local para atravesar “la mayor crisis en la historia del capitalismo” con independencia económica, sosteniendo los niveles de empleo y el mercado interno. El economista expresó su “optimismo” ante la reactivación reciente que muestran algunas ramas de actividad industrial.

“La idea de que el crecimiento se derrama tarde o temprano al pueblo es un lugar común de la ortodoxia y la derecha. Nosotros demostramos lo contrario. La única estabilidad que se le puede dar al crecimiento es dedicarse a la inclusión social que tiene como subproducto al crecimiento”, afirmó el funcionario ayer por la mañana. “En la Argentina se han podido hacer muy buenos negocios que son sostenidos por las mejoras en el poder adquisitivo de los salarios y el empleo”, consignó Kicillof en referencia a los reclamos de algunos sectores empresarios.

La exposición del secretario de Política Económica en el salón de actos del Banco Nación iba a durar 30 minutos, pero terminó extendiéndose durante casi una hora y media. De todos modos, el economista no alcanzó a presentar las 86 filminas preparadas por su equipo para la ocasión (ver aparte). La exposición de Kicillof giró alrededor de los “resultados del modelo de desarrollo con inclusión social” entre 2003 y 2012. Por esa razón, la presentación se concentró en los logros del Gobierno durante la última década. Los datos del período reciente fueron contrastados con la década del ’90: “No por obsesión sino porque los años ’90 fueron la culminación del proceso neoliberal de desindustrialización y pauperización del pueblo iniciado en 1976”, explicó.

“Que yo esté acá no responde a lo que sucedió este domingo”, aclaró el secretario de Política Económica antes de comenzar su exposición. Si bien remarcó que su participación en el evento organizado por el Cefidar estaba prevista desde hace varias semanas, su intervención no ahorró cuestionamientos para con los analistas económicos ni los políticos que “pronostican crisis cada dos años”.

“La ortodoxia tiene un recetario muy sencillo para aplicar en cualquier momento y lugar: bajar el gasto y los salarios, subir las tasas de interés, endeudarse y devaluar. Para la heterodoxia no hay recetario, sino la realidad”, afirmó el funcionario, para luego apuntar contra “el elenco estable de ventrílocuos que se benefician con la aplicación de esas políticas”.

Para Kicillof, en la última década (2003-2012) se registró el mayor crecimiento promedio en la historia argentina: 7,2 por ciento anual promedio. “Argentina fue un megaendeudador serial que hacía cualquier cosa para recibir un dólar. Ahora no crecimos en base al endeudamiento y no somos esclavos de los movimientos internacionales de capitales. Eso rinde frutos. Nadie está exento de la crisis, pero la pregunta es cómo evitar que se transforme en una debacle sobre los sectores populares”, enfatizó el funcionario, quien estuvo acompañado por el titular de la CNV, Alejandro Vanoli, uno de los organizadores del evento.

“La política de ingresos no es más que una forma de apuntalar la rentabilidad de los capitalistas. El mercado interno es lo que permite crecer a estas tasas, mejores condiciones y reindustrializarse”, explicó Kicillof. Se trata del argumento que esgrime CFK cuando convoca a los empresarios a apuntalar la inversión, ya que los niveles de demanda están “garantizados” por las políticas públicas. “Se puede crecer con salarios bajos y devaluación, pero es un crecimiento espurio basado en finanzas y servicios, no es sustentable”, sostuvo el economista.

En ese sentido, el funcionario destacó el crecimiento de la inversión con relación al promedio de los ’90 (pasó de 18,2 a 21 por ciento del PIB), “a pesar del llamado mal clima de negocios y la inseguridad jurídica”. “Nuestra economía es una economía fundamentalmente privada. La inversión se dio por parte de las empresas privadas, porque tuvieron buena rentabilidad y competencia”, argumentó el funcionario, quien señaló que las expectativas también juegan un papel central en las decisiones de inversión.

“Estamos en una de las crisis más importantes de la etapa capitalista. Por eso resulta anacrónico que los desafíos del proyecto económico sean cómo capitalizar el viento de cola. Se creció con inclusión social en un momento de enorme incertidumbre y turbulencia internacional. No son tiempos de vientos de cola, sino de viento de frente”, expresó Kicillof. Cuando terminó su intervención, el viceministro se retiró rápidamente acompañado por Pablo López, director del Banco Central y ex miembro del equipo de política económica, ya que ambos eran esperados en la autoridad monetaria para participar de la reunión de directorio de todos los jueves

 

Fuente: Página /12

16 de agosto de 2013

miércoles, 14 de agosto de 2013

La Presidenta anuncia esta tarde el Programa Agrovalor en Tecnópolis



Cristina Fernández de Kirchner encabezará en ese predio la presentación del Programa Agrovalor, una convocatoria para la creación de Unidades Productivas de Innovación Agropecuaria y Agregado de Valor (UPIAAV) en las universidades nacionales.




El acto está previsto para las 13 en las instalaciones de la megamuestra emplazada en la localidad bonaerense de Villa Martelli, y junto a la Presidenta estarán presentes los ministros de Agricultura, Norberto Yauhar, y de Educación, Alberto Sileoni, cuyas carteras ejecutarán el programa que se pondrá en marcha hoy.

De acuerdo a lo informado, este proyecto se enmarca en el Plan Estratégico para la Formación de Ingenieros 2012-2016, puesto en vigor por la jefa de Estado el 5 de noviembre del 2012.

El Programa Agrovalor propone a las universidades la creación de Unidades Productivas de Innovación Agropecuaria y Agregado de Valor (UPIAAV), destinadas a la enseñanza, la investigación, la extensión, la vinculación tecnológica y los servicios, para generar emprendimientos que sirvan como modelos de referencia.

Según lo previsto, para crear estas unidades productivas, las casas de altos estudios nacionales podrán asociarse con otros organismos del Estado nacional, provinciales y/o municipales; con universidades privadas, empresas, productores individuales u organizados en cooperativas u otro tipo de asociaciones.

En la etapa inicial del Programa Agrovalor, se prevé la puesta en marcha de veinte unidades productivas en todo el país, con una inversión de 40 millones de pesos aportados por los ministerios de Educación y de Agricultura, Ganadería y Pesca.

Fuente: Agencia Periodística de Buenos Aires

www.agepeba.org

martes, 13 de agosto de 2013

Mariotto: “Estas PASO nos ayudarán a ordenar la construcción política de nuestro espacio, y en cada territorio, para seguir profundizando”


El Vicegobernador en la Radio



“Venimos de un maravilloso día de elecciones, con los jóvenes movilizados. Con resultados que no nos gustan del todo, pero con lecturas interesantes y con la posibilidad de que estas PASO nos ayuden a ordenar la construcción política en cada territorio. El FPV se consolida como fuerza mayoritaria y en la Provincia avanzaremos con la militancia, dijo el Vicegobernador.


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Lunes, 12 de Agosto de 2013

Desde la edición de hoy de su programa por la AM de la radio pública bonaerense, “Gabriel camina Provincia”, el vicegobernador Gabriel Mariotto felicitó a la fuerza política que logró más votos en la Provincia, el llamado Frente Renovador que encabezó Sergio Massa, sobre el que aclaró en forma enfática, “nosotros no compartimos ese entrismo y oportunismo por derecha”.

“La construcción es lenta pero la destrucción es inmediata, por eso debemos impedir la implementación de la más mínima  medida neoliberal, en tiempos en que la crisis capitalista está horadando a las familias. Sabemos que el poder histórico de este continente es muy fuerte y por eso hay fuerzas que quieren frenarnos; estamos convencidos de que a esa lucha por una patria para todos debemos expresarla en militancia y en palabras, para seguir avanzando en el proyecto liberador”, dijo Mariotto en su primera evaluación del resultado electoral de la PASO cumplidas el domingo pasado.

“Venimos de un maravilloso día de elecciones, con los jóvenes movilizados. Con resultados que no nos gustan del todo porque tuvimos una merma electoral en nuestro espacio, pero con lecturas interesantes y con la posibilidad de que estas PASO nos ayuden a ordenar la construcción política en cada territorio, para seguir profundizando. El FPV se consolida como fuerza mayoritaria y en la Provincia avanzaremos con la militancia, con nuestras caminatas y diálogo con la sociedad”, dijo el vicegobernador.

En diálogo al aire desde su espacio de todos los lunes por la AM de Radio Provincia, el vicegobernador manifestó su compromiso de apoyo a Saúl Esquivel, de la Sociedad de Fomento Mariano Moreno, de Claypole. El dirigente social del barrio donde alguna vez vivió Celedonio Flores explicó las tareas deportivas y de desarrollo comunitario que viene realizando entre los vecinos.

“Sin la ayuda que ustedes nos brindaron no podríamos tener la sede de nuestra organización; sos un gran padre para todos nosotros”, le dijo al titular del Senado bonaerense la presidenta  de la Asociación Asperger Mar del Plata, la abogada Carmen Schajnovich, al analizar con él en radio las labores de apoyo a los niños afectados por eses síndrome y en contra la discriminación que sufren en la escuela y en los contextos sociales.

“Me da un poco de vergüenza oír lo que me decís, porque esa ayuda es consecuencia del trabajo de ustedes y de un Estado como el que estamos construyendo desde el Proyecto Nacional”, le respondió Mariotto.

Al cierre de “Gabriel camina Provincia”, Mariotto dialogó con el Director Nacional Electoral, Alejandro Tulio. “El pueblo se adueña del día electoral y eso hace posible que las jornadas como las de ayer se desarrollen con toda normalidad”, dijo el funcionario, a la vez que el vicegobernador destacó “la participación del pueblo en las urnas, que con su presencia rompió el discurso de las corporaciones contra la política y la democracia”.

Fuente: Agencia Periodística de Buenos Aires

sábado, 10 de agosto de 2013

Fin de ciclo





Por Luis Bruschtein



La frase “fin de ciclo” está levemente relacionada con la del fin de siècle francés, pero suena muy parecido y arrastra muchas reminiscencias de un escenario en decadencia. El concepto de fin de ciclo circuló durante la campaña electoral, relacionándolo con el del kirchnerismo que, como todas las cosas en el tiempo, también tiene un ciclo, que no se sabe cuánto durará aunque pareciera estar más en su comienzo que en el final.

Esa idea de decadencia superficialmente entrelazada a la del fin de un gobierno está muy instalada en algunos opositores. Paradójicamente, el concepto como tal refleja la trascendencia inconsciente que le dan al gobierno que detestan, porque la idea de ciclo no se corresponde con un protagonista intrascendente, sino todo lo contrario. Un ciclo que llega a su fin es un proceso que tiene raíces muy fuertes en la realidad, por lo menos más fuertes que quienes se opusieron a él, que no pudieron ser los responsables de ese final sino, en todo caso, sus beneficiarios.

Resulta sorprendente cómo esta idea de fin de ciclo circuló durante toda la campaña electoral. Forma parte de un pensamiento opositor, quizá muy condicionado emocionalmente por una furia que, además de limitarlo, lo debilita y para el que cualquier excusa da pie para hablar de un fin de ciclo del kirchnerismo.

Este sector del pensamiento, del periodismo, de la política, pronuncia fin de ciclo con cierto regodeo. No hay una lectura desapasionada en esa frase. Hay festejo, aunque también esté reconociendo implícitamente su impotencia.

La estructura de esa idea no puede ser más sencilla: hay fin de ciclo porque en el 2015 se termina el gobierno de Cristina Kirchner y no se puede re-reelegir. Se está reconociendo así que Cristina Kirchner ganaría esas elecciones si se pudiera presentar, pero que por suerte para ellos no puede hacerlo. Ellos mismos estarían diciendo así que si alguno de ellos ganara esas elecciones sería por la suerte de que Cristina Kirchner no se pudo presentar en ellas.

Sobre todo a los menemistas, tanto los que se mantuvieron leales al caudillo riojano, como para los que trataron de camuflarse en el duhaldismo, en el macrismo o en otras variantes, la idea del fin de ciclo les es familiar. Para ellos hubo un fin de ciclo desastroso. Menem tuvo mucho más poder que el kirchnerismo. Le decían El Jefe y lo describían como el estratega más astuto, un imbatible en ese juego. Apenas tuvo disidencia y la que hubo fue muy pequeña o fue más bien suave, porque gobernó con todos los poderes fácticos a su favor, desde la Iglesia, hasta el capital concentrado así como los gobiernos de las potencias, las trasnacionales y los organismos financieros internacionales. Y por supuesto, también tuvo a su favor a los grandes medios de comunicación durante sus primeros ocho años de gobierno. El riojano les habilitó la propiedad cruzada de medios que permitió el surgimiento de los multimedia concentrados.

De esa construcción de poder que parecía indestructible no quedó nada. En poco tiempo fue disuelta y el otrora todopoderoso quedó en soledad y cuarentena, los que antes lo iban a buscar ahora lo eluden y sus seguidores más fieles quedaron aislados como leprosos. Para los menemistas, el fin de ciclo fue algo real. Son los primeros en pensar, pero no los únicos, que si le pasó a Menem le tiene que pasar al kirchnerismo.

En realidad, Menem fue efectivamente apoteosis y final de un ciclo. Su estrella política se correspondió con el ciclo del endeudamiento externo, una era que había comenzado en el golpe de 1976 –aunque ya desde antes presionaba por instalarse–, y que culminó con la crisis del 2001-2002.

Se dice que los procesos económicos y los políticos van más rápido que los procesos culturales. Hay un aspecto en el que el kirchnerismo sí representa el final de una etapa. Ese punto es el de la transición democrática. El kirchnerismo es el último gobierno de la transición porque es el que salda temas que quedaban como resabio de épocas anteriores, como los juicios a los represores de la dictadura y porque es el primero que logra gobernar en democracia sin la tutela condicionante de los poderes fácticos o corporativos, algo que no hicieron sus antecesores, algunos porque no quisieron y otros porque no pudieron.

Pero donde falla la comparación con el fin de ciclo que sepultó a Menem es que el kirchnerismo no es el final sino que es el comienzo de uno nuevo. Cuando Argentina ya no pudo endeudarse, se cayó el sistema de la bicicleta financiera. Eso fue lo que representó Menem y lo que destruyó la economía en la crisis del 2001-2002. El kirchnerismo es el comienzo de la nueva etapa que se abre tras esa caída. Desde el punto de vista cultural tuvo que destruir los valores que fueron hegemónicos durante el menemismo y construir otros, de los cuales se vuelve el portador principal. Esos nuevos valores son los que representarán el cambio a lo largo del tiempo que dure este nuevo ciclo. Algunas de esas ideas centrales son la defensa del Estado frente a la destrucción del neoliberalismo, la integración regional frente a la subordinación a las grandes potencias, la distribución de la renta para alimentar el mercado interno frente a los procesos de concentración y exclusión durante el neoliberalismo. Y en general todas las políticas de ampliación de derechos para los trabajadores, las mujeres y las minorías en general. Es más complejo que eso, porque en cada nicho de hegemonía del neoliberalismo tuvo que disputar un contranicho. Estaba obligado a hacerlo si quería sobrevivir y como las disputas culturales son más lentas que las económicas y las políticas, todavía tiene que seguir haciéndolo.

Esa construcción ideológica será el bagaje del progresismo, del movimiento popular o del centroizquierda durante el nuevo ciclo que se abre y que puede durar treinta o cuarenta años o menos. Para el escenario de la historia, la identidad del kirchnerismo es esa construcción y no otra.

El kirchnerismo ha podido generar una identidad clara que se basa en una renovación de las ideas iniciales del peronismo y el agregado de nuevas ideas. Podría suceder que esa identidad no tuviera su correlato en una estructura consolidada. El kirchnerismo no ha podido amalgamar a todos los sectores que asumen su identidad. Hay diferenciaciones entre el peronismo y los no peronistas y dentro de esos dos campos también hay variedades y matices que todavía obstaculizan objetivamente la confluencia en una organicidad común.

La idea del fin de ciclo apunta a un desbande de las diferentes fuerzas, como sucedió con el menemismo cuando perdió el poder. Sin embargo Menem perdió el poder, pero nunca perdió elecciones y siguió pesando en el peronismo desde el llano. El menemismo desapareció como fuerza porque no podía entender el ciclo que comenzaba, lo que sí hizo el kirchnerismo.

Se insiste en la teoría de que en el peronismo lo único que importa es el poder. Es un factor importante pero no hay antecedente histórico que demuestre que es el único. Perón lideró el movimiento desde España durante 18 años y en la oposición. Y Menem siguió pesando fuera del poder al punto de ganar la primera vuelta de 2003.

Aun en el peor escenario para el kirchnerismo en 2015, en caso de pasar al llano y la oposición, lo haría como una identidad popular muy clara y como un conglomerado de fuerzas diversas pero con el fuerte liderazgo consensuado de Cristina Kirchner. En esa situación, tanto en el peronismo como entre los no peronistas, pasaría a ser la principal fuerza de oposición, la más importante como expresión popular en el centroizquierda y el eje alrededor del cual se tejerían las alianzas en ese espacio. Es una fuerza con 12 años de ejercicio del poder, con más cuadros con experiencia de gestión que ninguna otra y con un masivo sector juvenil que le garantiza proyección en el tiempo.

No hay determinismo que garantice el futuro, pero lo más probable para los que se esperanzaron con la idea de un fin de ciclo del kirchnerismo es que tendrán que prepararse para un largo via crucis, porque todo da la impresión de que el ciclo recién empieza.

Fuente: Página /12

10 de agosto de 2013