Entrevista a Emir Sader
Por
Walter Goobar
Nicolás Maduro no representa un sector determinado y tiene esa ventaja. No es representante de Pdvsa, ni del Partido ni de las Fuerzas Armadas, pero tiene buenas relaciones con todos... a lo mejor pensó en ese aspecto Chávez para no sanjar las diferencias eventuales internas en favor de un sector, con alguien que pudiera de alguna manera articularlos a todos. Es un proceso abierto en ese sentido”, afirma el politólogo brasileño Emir Sader, que es profesor del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad de Río de Janeiro...
–Quisiera su reflexión, su análisis, sobre cómo se ve desde Brasil la enfermedad del presidente Chávez y, fundamentalmente, cuáles son los dilemas que enfrenta el chavismo.
–Cualquiera que mire positivamente lo que pasa en América latina en la última década, lo siente como una pérdida significativa. Fue el primer presidente de esa nuevo ciclo, fue de alguna manera el más popular, con presencia más significativa, que más ha trabajado por la integración latinoamericana... entonces, claro que uno ve con preocupación una eventual perdida de él como liderazgo político. Los temas internos de Venezuela son menos graves. Nadie puede tomar en serio una oposición que llama una huelga el 10 de enero desde Miami, o que hace apelaciones a las Fuerzas Armadas, no son importantes. El tema de la interpretación jurídica es menos significativo, porque la mayor verdad sobre Venezuela es que el pueblo venezolano quiere desde el ’98 que Hugo Chávez sea el líder del país, y lo ha reiterado un montón de veces, soberanamente. Pero claro que es una pérdida eventual no tener más un hombre con esa popularidad, con ese planteamiento internacional tan claro en el proceso de integración. Más todavía cuando tenemos un nuevo Mercosur, que va a renovar y puede darle consistencia muy grande al proceso de integración, con países mucho más homogéneos, trabajando conjuntamente, para lo cual la presencia de Hugo Chávez sería un impulso fundamental.
–El gobierno de Dilma Rousseff envió a su experto en América latina, que es Marco Aurelio García, a La Habana. Creo que Marco Aurelio no pudo ver al presidente Chávez, pero usted tiene algunas impresiones sobre lo que recogió Marco Aurelio García en La Habana?
–Bueno, fue en actitud de cariño, de solidaridad... ya Dilma había hablado con Maduro anteriormente, ahora lo envió a allá. Se sabe que no pudo estar, como casi nadie pudo estar con Chávez. En parte en solidaridad con Maduro, en parte informarse sobre la situación. Pero no trajo ninguna información precisa, se sabe que es una situación muy grave, posiblemente irreversible, y no se sabe qué desenlace puede tener. Pero de esa fuente no puede adelantarse que se haya tenido una información más precisa.
–Como cientista político, y en base a su experiencia en lo que han sido estos movimientos históricos, basados en líderes fuertes, como el cardenismo en México, como otras experiencias populares en distintos países de América latina. El factor este, del líder unificador, del líder fuerte, como un Hugo Chávez Frías, cuánto ha cambiado, cuánto se ha modificado en favor, ahora sí, de la continuidad de ese movimiento.
–Bueno, ese elemento de carisma sigue siendo de alguna forma similar. Ninguno de esos líderes ha logrado transferir su carisma, su liderazgo, para quien lo suceda. Otra cosa es que el proceso siga avanzando. Si hubiera nuevas elecciones no hay dudas, de que, con las victorias anteriores del año pasado y con el sentimiento, la emoción, nadie duda que Maduro sería electo. La misma oposición sabe que sería una elección formal. Pero se plantearía en el sexenio siguiente de qué manera se reacomodaría un proceso que tiene un liderazgo marcante, determinante. Y que de alguna manera no ha formado todavía liderazgos nuevos, que puedan garantizar en lo colectivo la continuidad con el mismo carácter del proceso. Entonces, continuidad seguramente habrá, qué recambios habrá, qué papel tendrá el movimiento popular, qué papel tendrá el Partido, qué papel tendrán las Fuerzas Armadas, es algo a reacomodar. Incluso porque Maduro no representa un sector determinado y tiene esa ventaja. No es representante de Pdvsa ni del Partido ni de las Fuerzas Armadas, pero tiene buenas relaciones con todos... a lo mejor pensó en ese aspecto Chávez para no sanjar las diferencias eventuales internas en favor de un sector, con alguien que pudiera de alguna manera articularlos a todos. Es un proceso abierto en ese sentido.
–Por ejemplo, el golpe de Abril de 2002 fue, justamente, sanjado y fue terminado con la gente en la calle y con el entramado de movimientos populares que se dio por debajo del chavismo. Es hora de empezar a valorar este tipo de experiencias casi como política de Estado?
–Bueno, en verdad, sobre todo en países donde hubo una partidocracia tradicional, el liderazgo alternativo aparece encarnado en un gran líder, sin que tuviera necesariamente un partido organizado a nivel nacional. La rebelión popular, la resistencia popular, que vino desde el Caracazo, se expresó en liderazgos individuales, de los cuales el más importante fue Chávez. Hay un tiempo para que se organice eso como fuerza político-partidaria, pero claro que él se afirmó en todos los momentos en la fuerza popular. Fue... la resistencia fue incluso la reapropiación, la renacionalización de Pdvsa, que son dos momentos esenciales, porque los ejes de poder en Venezuela son las Fuerzas Armadas y Pdvsa. En todos esos momentos hubo un respaldo popular muy fuerte, que tiene que ver con la posibilidad de convocatoria que tiene Chávez. Tanto es así, que cuando él fue candidato siempre ganó las elecciones, cuando no era él candidato, una vez se perdió y otras veces hubo victorias no tan significativas. Entonces, todavía los 14 o 15 años es un liderazgo insustituible, que surge no por una tara, un estilo caudillesco de la izquierda, sino por formas de expresión popular contra la partidocracia tradicional, que ha pasado en otros países también... pasa en otros países también, como Bolivia, Ecuador.
–Se cumplen diez años de la llegada del Partido de los Trabajadores, del PT, al poder en Brasil. Cuál es su balance de estos diez años, y además le agrego allí la pregunta: el PT, a través de Dilma, primero a través de Lula y después a través de Dilma, ha logrado superar estos problemas de liderazgo de los que hablábamos anteriormente.
–Es un tema complejo. Yo estoy organizando un libro con más de 20 ensayistas sobre este período... va a haber un gran debate, un gran seminario en todo el país. Basta decir que Dilma llega al final del segundo año de su gobierno con un apoyo del 80%, pero con el PT lleno de problemas: como partido perdió iniciativa, perdió trascendencia. Entonces, bastaría eso para ver la complejidad de la situación: un gobierno de una enorme popularidad, una oposición absolutamente derrotada (Dilma tiene todas las posibilidades de ganar en la primera vuelta en dos años más), pero un partido que hoy no está a la altura de estos procesos. Probablemente la crisis del 2005 recayó sobre el PT. Los petistas aparecieron cometiendo irregularidades. Sin embargo, en ese mismo momento, las políticas sociales del gobierno de Lula resultaban, entonces la popularidad del gobierno fue para arriba y la del PT para abajo.
–Es una verdadera paradoja esto que usted plantea...
–Sí, sí... claro que son liderazgos del PT. Lula todavía más que Dilma, pero es una paradoja pensar la función del Partido. Diría, de manera un poco sencilla, que el futuro de Brasil, hoy por hoy, depende del gobierno y no del PT como partido. Lula tuvo la actitud sensata de no querer seguir... él tenía todas las posibilidades de cambiar la Constitución e ir a un tercer gobierno, pero él tuvo la conciencia clara de que era mejor delegarlo, crear nuevos liderazgos... a lo que está dedicado él. Dilma fue uno de ellos; el alcalde de San Pablo, que es un nuevo cuadro, Fernando Haddad, también; posiblemente, para el gobierno de la provincia [SIC 12:00] va a lanzar otro candidato... se dio cuenta de que había que renovar el PT, y entonces se dedica un poco a esa función y entregó el liderazgo nacional a Dilma, lo cual funciona, porque Dilma tiene un estilo distinto, pero en lo esencial el gobierno es similar. Significa que no depende tanto de un liderazgo individualizado como el de Lula... es fundamental tenerlo a él al lado, etcétera, pero ya no depende de él. Entonces, significa que el modelo de gobierno post-neoliberal yo lo llamaría, tiene una dinámica propia, con popularidad, con éxito, etcétera, sin que sea necesaria la continuidad de un mismo liderazgo
Fuente: Miradas al Sur
Año 6. Edición número 243. Domingo 13 de enero de 2013