De la reivindicación de Gelbard a “pindonga” y “cuchuflito”,
pasando por la acusación al gobierno de Macri de ser “anticapitalista”, la ex
presidenta Cristina Fernández de Kirchner ensaya distintos abordajes acerca de
la debacle económica actual y la necesidad de recomponer un horizonte de
autodesarrollo nacional. Es realmente una cuestión menor si tal cual expresión
en sus declaraciones es más lograda o menos lograda. La destrucción del
entramado productivo, la pauperización colectiva, el endeudamiento del país, la
pérdida de soberanía, el crecimiento de la desocupación, todas consecuencias
gravosas de la política oligárquica enseñoreada actualmente en el Estado
argentino revisten dramatismo suficiente como para concentrar toda nuestra
atención. Resulta insólito atribularse por “pindonga” en un país donde se
asesina por la espalda a jóvenes como Rafael Nahuel. El lenguaje polémico y
combativo de la mejor tradición argentina tolera a “cuchuflito” y mucho más,
porque tuvo que enfrentar a la verba siniestra de los secuestradores y
torturadores y dar testimonio, como quiso Rodolfo Walsh.
El meollo de la cuestión es muy otro: el ataque
concertado al bloque de productores nacionales, empresarios pequeños y
medianos, cooperativas, trabajadores y emprendimientos productivos populares.
También al sistema de Ciencia y Técnica, a las Universidades y a toda área del
Estado que pueda incidir en el desarrollo de un capitalismo productivo nacional
o en una eficiente fiscalización de la actividad económica de los más
poderosos. Ese es el sentido profundo de la crítica al macrismo por “anticapitalista”:
la política oligárquica impide el autodesarrollo nacional. En otros tiempos,
Jorge Abelardo Ramos había expresado algo parecido, al señalar que la
oligarquía argentina era capitalista, pero “antiburguesa”, incapaz de conducir
un proceso de construcción nacional. La recordación de Gelbard en boca de
Cristina es una apuesta azarosa sin duda, pero necesaria en lo que implica: la
convergencia de distintos sectores sociales para relanzar un rumbo productivo e
industrialista. Para ello es imperioso detener la destrucción de segmentos
intermedios de la sociedad argentina, que son aquellos que pueden apuntalar
inicialmente una recuperación productiva, con el auxilio de una política
económica adecuada.
Esos segmentos intermedios pueden ser
caracterizados sociológicamente de diversos modos, pero en el realineamiento de
fuerzas sociales, políticas y culturales que promueve el movimiento nacional, son la burguesía nacional. Cristina
apela a ellos, con conciencia histórica y sin perder el tiempo en frases de
cortesía.
Germán Ibañez