Artículo para Aluvión Popular
En torno al histórico reclamo de la soberanía argentina sobre las islas Malvinas se anudan una serie de cuestiones de la máxima importancia. Aunque dicho reclamo nunca desapareció del todo, sí es cierto que existió una fuerte y perdurable campaña de “desmalvinización”, que tendió a asociar guerra, dictatura y Malvinas. En el reciente acto encabezado por la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner ese núcleo duro de la construcción hegemónica conservadora fue desmenuzado. La Presidenta anudó claramente soberanía con democracia, en un horizonte general de memoria, verdad y justicia. Con ello se le quita sustento a la burda operación imperial que busca deslegitimar permanentemente el reclamo argentino con la referencia a la última dictadura militar. Y sobre todo, se recrean las banderas históricas del movimiento nacional (que engloba por supuesto a la causa Malvinas) con las resonancias de las tareas pendientes y los desafíos siempre renovados de construir un país justo, libre y soberano. El pueblo es el sujeto de la soberanía política y la soberanía nacional, por eso no podrá ya disociarse el eje democracia /soberanía.
Por cierto, la causa Malvinas no involucra solamente a nuestro país como damnificado por el colonialismo británico. Es un problema de soberanía y seguridad para toda la región. Y ésta cuestión resulta cada vez más clara para ciudadanías y gobiernos latinoamericanos. El apoyo activo de otros Estados de la región no es solo plataforma diplomática en la puja con el Reino Unido, sino una de las facetas del actual proceso de integración y unidad latinoamericanas. No es casual que esas muestras activas de solidaridad (que conocen antecedentes importantes de todos modos) se manifiesten en una época histórica marcada por la construcción de UNASUR y la constitución de la CELAC. Por cierto, este es camino complejo, azaroso y a largo plazo. Como lo será nuestra lucha por la reivindicación de la soberanía territorial y por una descolonización integral. Por eso, hoy más que nunca, Malvinas es una causa Latinoamericana.
Ha quedado establecido claramente también, en las palabras de la Presidenta y en el curso de acción del Estado argentino, el carácter predominantemente diplomático en la concreción del reclamo argentino. Es parte de la apuesta sudamericana para la construcción de una región de democracia y paz, como una de las razones de ser de UNASUR. Es también una crítica al belicismo inmanente al neocolonialismo global, como se evidencia en Medio Oriente y otras regiones del mundo en las cuales “intervienen” los países metropolitanos, especialmente EEUU (por cierto, Inglaterra suele participar en esas “aventuras” asociada al gigante del Norte). La opción por la democracia y la paz en nuestra región latinoamericana no solo expresa el anhelo común de los pueblos, sino una acción inteligente y realista de defensa soberana. El conflicto armado abierto, la lucha “antiterrorista”, la guerra de baja intensidad y otras formas igualmente bélicas son una de las herramientas fundamentales del neocolonialismo global para “quebrar” las resistencias de los países periféricos, asegurar la preeminencia del Norte en una etapa caracterizada por la crisis económica global, y sustentar la anti utopía de un mundo gestionado como un “mercado” (lo que requiere un “gendarme” por supuesto). La mayor influencia estadounidense en la región (como vemos en el caso de Colombia y ahora también de México) está asociada a una fuerte conflictividad interna, que desmadra en violencia armada. No es casualidad.
Pero la lucha contra el colonialismo y por la paz no es solo algo que involucra a esta región, sino que, como mencionamos antes al aludir a la intervención metropolitana en Medio Oriente y los países árabes, es una problemática global. Por eso recibimos el apoyo de otros países como China. Por eso también nuestra Presidenta reseñó la cantidad de enclaves coloniales desparramados por el mundo (con un importante “protagonismo” británico). Por supuesto, todo esto debe enlazarse en un horizonte general de la búsqueda de un orden mundial más igualitario, pues se sabe que un enclave con ocupación militar directa no es la única forma de colonialismo. Nuestro país, de la mano de la actual administración nacional, ha tenido una presencia destacada en los foros internacionales poniendo de relieve la necesidad de disminuir las asimetrías internacionales y reivindicando el derecho de los pueblos del Sur a un orden más justo. Por lo tanto, no puede llamar la atención este posicionamiento del Estado argentino en la cuestión Malvinas, ni la importancia que adquiere en el llamamiento gubernamental. No es recurso amañado de último momento, ni cobertura para otras cuestiones como parecen insinuar las usinas de operaciones mediático-políticas de los grandes monopolios de la comunicación. Las empresas mediáticas que fueron cómplices de la dictadura genocida no parecen las plataformas más adecuadas para las referencias manipuladoras a Galtieri. Falta honestidad intelectual en sus operadores, y también patriotismo. El viejo Jauretche tenía reservada una palabra para estos exponentes de la Argentina colonial.
Más serias intentan presentarse las alusiones a la “autodeterminación de los pueblos”, curiosas en la boca del imperio británico y de algunos “comunicadores” argentinos. Indudablemente, la autodeterminación de los pueblos es una de las nociones centrales de las luchas liberacionistas y antiimperialistas del siglo XX. Y debe ser hoy también uno de los pilares necesarios de un orden mundial más justo e igualitario. La autodeterminación de los pueblos no es amenazada ni violada por países como Argentina, sino por el club de los poderosos del mundo. Las patéticas expresiones del gobierno inglés al respecto moverían a risa si no hubiera algún despistado local también. La autodeterminación de los pueblos está vinculada a las luchas de los pueblos y naciones sometidos por diversos colonialismos históricos, a la reivindicación de un Estado propio por aquellas comunidades identificadas que no solo carecen de autogobierno y control de los territorios en los que están asentadas, sino que son sometidos a formas de dominación política, violencia y explotación por nacionalidades dominantes que sí controlan un propio aparato estatal. Esa dominación sobre distintas poblaciones a lo largo y ancho del mundo es herencia de la expansión capitalista-moderna a partir del siglo XVI, y se sustentó en diversas formas de estigmatización étnico-racial, de infravaloración cultural, y de explotación económica. Nada de eso se presenta en la población “kelper”. Los kelper no son una comunidad originaria sojuzgada en el ciclo moderno de la expansión colonial. Tampoco son una población que reivindica su soberanía estatal frente al poder político-estatal-militar-económico efectivamente dominante en el territorio que ocupan (¡que no es Argentina sino el Gran Bretaña!), sino que se reivindica parte del Reino Unido, súbditos de la Corona, y base del poder naval-nuclear del imperio. Es decir, nada que ver con la autodeterminación de los pueblos. Todo esto, no va en desmedro del respeto como personas de la población kelper. Pero sí va dirección a la justa aclaración de los términos y de la precisión de las cuestiones que están en juego: la actual población isleña no puede definirse como una etnia, un pueblo o una nacionalidad oprimida, sino que es parte de la población colonizadora y se reivindica súbdito de la Corona. Aclarar la discusión es parte de la secular lucha por la soberanía territorial de nuestra Argentina.
Germán Ibañez