Por mónica lópez ocón
Entrevista de Tiempo Argentino a Norberto Galasso. La historia argentina y la
política según el historiador.
Minucioso, modesto y trabajador incansable, el
historiador se mantiene lejos de las tentaciones y peligros del divismo
intelectual. Un lúcido análisis de la situación política actual, el
radicalismo, el peronismo y la injerencia de los grupos económicos concentrados.
El historiador Norberto Galasso se autodefine
como un hombre de la izquierda nacional. Desde esta posición lee tanto el
pasado como el presente del país. En esta nota, las reflexiones políticas de un
hombre que ha hecho del trabajo histórico silencioso, la coherencia y la ética
una forma de vida.
–¿Cómo ve el momento político actual? ¿Cree que
estamos asistiendo realmente a un punto de inflexión de la historia del país?
–Hay un avance apreciable. Quienes vivimos los
sucesos de 2000 y 2001, cuando los jóvenes se iban masivamente del país,
estamos presenciando grandes cambios como, por ejemplo, que muchos científicos
hayan vuelto al país. Arturo Jauretche decía que Martínez Estrada se tenía
miedo a sí mismo de tan izquierdista que era. Hay gente que es tan izquierdista
que sólo ve lo que falta. Y lo que falta es evidente. Hay un 30% de
trabajadores en negro sin protección social. El control de precios se hace
difícil porque los grandes consorcios están muy oligopolizados o monopolizados
e influyen sobre ellos. Pero el común de la gente lo que ve es que hay
inflación y cree que la culpa es del gobierno. Lo mismo sucede con la
inseguridad, que en realidad proviene del descalabro de toda una generación que
no conoció lo que es el trabajo y sufrió una desocupación que llegó a ser del
24 o 25 por ciento. A eso hay que sumar el tema del narcotráfico, que es un
problema mundial. Hay gente que mira la parte del vaso que está vacío y
nosotros miramos lo que se ha avanzado. Cuando Néstor decía que estábamos
saliendo del infierno para entrar al purgatorio creo que tenía razón, y tuvo
también razón, en el gobierno de Cristina, con la 125 que, desgraciadamente,
salió mal y fue un factor de debilitamiento del que el gobierno luego se
recuperó.
–¿Cuáles son las deudas pendientes?
–Creo que hay que fortalecer el campo popular,
polemizar y lograr una mayor democratización de las organizaciones sindicales e
incluso de las organizaciones políticas. El PJ es un nombre y en el radicalismo
está Cobos, que es bastante representativo de la crisis de la dirigencia
política. Es cierto también que han surgido figuras de importancia.
–¿Quién, por ejemplo?
–Axel Kicillof. También algunas figuras de los
movimientos sociales como "El Chino" Navarro. Raimundi es también una
figura interesante. Hay gente, pero la política depende de la correlación de
fuerzas y con las 300 bocas que tiene Clarín para difamar y los trepadores que
buscan acomodarse –no vamos a hacer nombres– la situación se complica. Además,
también ha habido errores. Yo tenía una gran confianza en el MTA por su actitud
combativa con el menemismo y también en la CTA. Creí que de allí podían surgir
dos organizaciones sindicales con destino a unirse y tener una presencia de los
trabajadores realmente importante, pero eso no ha sucedido y el protagonismo de
la clase trabajadora ha disminuido.
–Hoy hay quienes parecen no recordar lo que
sucedió en la Argentina en 2001 o lo que fue la dictadura. Incluso, hay quien
no piensa en la democracia de la que se disfruta hoy como una conquista. ¿De
qué modo lee usted la recuperación de la democracia?
–Creo que hay varios factores que inciden en el
hecho de que la dictadura haya entrado en declinación y se haya llamado a
elecciones. Pero los protagonistas sustanciales diría que son, por un lado, las
Madres de Plaza de Mayo y, por otro, un sector del sindicalismo combativo que
generó varias concentraciones populares. Después, hacia el final, la
multipartidaria juega un papel apurando las elecciones, pero creo que, en general,
los dirigentes políticos de los partidos mayoritarios jugaron un papel bastante
escaso. En algunos casos colaboraron y en otros no tuvieron forma de dar
respuesta a ese clima de terror implantado, de miedo, de persecución y
reconversión de la economías. Insólitamente, las que le dieron a la dictadura
un desprestigio mundial fueron las Madres con su coraje increíble y su
presencia permanente todos los jueves en la Plaza.
–¿Los líderes de los partidos mayoritarios no
pudieron intervenir, no supieron cómo hacerlo o qué fue lo que les pasó?
–Creo que una característica de los países
coloniales, semicoloniales o dependientes, de los países que no ejercen
realmente su soberanía, es la aparición de movimientos nacionales que tienen un
momento de auge, de desarrollo enfrentando esa dependencia y que generan
líderes que llevan adelante procesos de avance como sucedió con el yrigoyenismo
en su momento y con el peronismo, especialmente del '45 al '55 y luego durante
la resistencia. Pero tanto en el caso del radicalismo como del peronismo, la
muerte del líder incidió mucho en el proceso de declinación. Lo que se llamó la
"alvearización del radicalismo" viene ya del año '33. Desde la muerte
de Yrigoyen en adelante, el radicalismo empieza a ser un elemento más del
sistema que convalida el fraude, que lleva a la Unión Democrática en el '46 a
los dirigentes que habían sido enemigos de Yrigoyen. Con respecto al peronismo,
la muerte de Perón provoca un enfrentamiento cada vez mayor que ya se venía
dando desde antes. Se trata de movimientos policlasistas en los que todos
coinciden en apoyar al líder pero por razones diferentes. Recuerdo que
cuando teníamos la alternativa de votar a Alfonsín o Luder, Luder lo que menos
parecía era un peronista del '45, más bien daba la imagen de un
constitucionalista o de un profesor austríaco que poco tenía que ver con
Beriso, con Avellaneda, con todo aquello de lo que se había nutrido el
peronismo. Por eso, en muchos casos, hubo radicales y peronistas que fueron
intendentes de la dictadura y que tuvieron su responsabilidad en el momento en
que esa dictadura se produjo.
–¿Por ejemplo?
–Durante la declinación del peronismo no sólo
estuvo presente la figura de López Rega, sino que, además, cuando tuvieron la
posibilidad de decir algo para tratar de salvar la situación –Isabel ya había
hablado de elecciones para que el pueblo se definiera– las declaraciones fueron
completamente vacías. Fue una declinación de la dirigencia política que, en
alguna medida, se relaciona con la declinación que hubo en los años '40.
–¿Qué fue lo que sucedió en ese momento?
–Puiggrós dice que en el '40 toda la dirigencia
política era de derecha, desde la derecha propiamente dicha hasta la izquierda
misma, que jugaba con la derecha. Ahí surgió la Unión Democrática. Hoy
podríamos decir que cuando llegamos al 2001, salvo la figura de Kirchner, pasó
algo similar. En 2003 las elecciones las gana Menem en primera vuelta y el
tercero era López Murphy, de modo que el panorama era desolador. Kirchner tuvo
la capacidad suficiente para entender el momento que se vivía e iniciar un proyecto
distinto pero, en general, había una declinación bastante notable de los
partidos mayoritarios. Hoy, por ejemplo, la oposición lo único que quiere es
que Cristina desaparezca del poder pero no ofrece ningún modelo alternativo.
Desde el oficialismo también se refleja una cierta debilidad porque de Cristina
a la segunda línea hay una diferencia bastante apreciable. Es decir que las
mayorías populares, los trabajadores que protagonizaron el 17 de octubre y el
Cordobazo, que han llenado la Plaza convocados por los dirigentes sindicales,
algunos de los cuales han tenido una trayectoria correcta y otros han
declinado, y el entusiasmo de los chicos de La Cámpora son cosas que suceden
por abajo, pero no se reflejan en un grupo de dirigentes importantes. No contamos,
por ejemplo, con diez candidatos importantes, sino con pocos. A veces,
las decisiones se toman en mesas chicas, no se da un debate lo suficientemente
rico acerca de cuál es la sociedad que queremos. Esto sucede desde la oposición
y desde el oficialismo.
–¿La democracia fue una conquista o una mera
declinación de los militares en el poder?
–Creo que los militares se complicaron al
meterse en el asunto de Malvinas, pero hicieron lo que querían hacer a través
de Martínez de Hoz porque, más que los militares, el cerebro del golpe del '76
fue él. Se detuvo el proceso de industrialización, se ató la economía al Fondo
Monetario Internacional y se definió la política exterior como "relaciones
carnales", es decir, de dependencia total. Además, se sofocó a la clase
trabajadora con los contratos basura y todas las medidas antipopulares que se
tomaron. Lograron producir las condiciones para que se forjara un grupo de
empresas o consorcios que podrían haber sido una burguesía nacional en el
sentido de tratar de desarrollar una economía propia, pero no fue así. Macri,
Bulgheroni, Pérez Companc casi todos ellos nacen en el '45, '46, '47, '48, pero
se vinculan al mercado externo como Tenchint, por ejemplo, que vende la mayor
parte de su producción afuera, o Aluar, que también vende la mayor parte
afuera. Esto dificulta el pacto social porque a estas empresas les gusta
trabajar con salarios bajos y, si venden adentro, necesariamente, les guste o
no, tienen que darles a los trabajadores un poder de demanda de compra para
poder colocar su mercadería. Si venden afuera, como habitualmente lo hacen
Bulgheroni o Pescarmona, el país queda convertido en una factoría en la que hay
una clase económica dominante integrada por la Sociedad Rural, industrial en
algunos aspectos de estos grandes consorcios y comunicacional en la
concentración poderosa de Clarín, por ejemplo. Estos grupos no quieren el
protagonismo popular ni la redistribución del ingreso. Ese es, precisamente, el
quiebre que se da en 2003, por lo que han apelado y siguen apelando a todo,
incluso a lo más cruel y más bajo para no perder sus privilegios que están
ligados al gran capital multinacional. Pero hay elementos ciertos para decir
que en Estados Unidos y en Europa lo están pasando bastante mal. Hay allí una situación
de declinación. Estamos en un momento de cambio y los privilegiados se agarran
con uñas y dientes para no perder sus privilegios. Por eso, aquí hay personajes
que han pasado de la centroizquierda a la derecha. Periodistas a los que uno
les tenía confianza se han convertido en personajes insoportables. Este es un
momento difícil en que el campo popular tiene que multiplicar los esfuerzos
para lograr que los avances logrados en esta década ganada se profundicen y no
se estanquen o se pierdan. Yo suelo recordar una frase de Manuel Ugarte que
decía que no hay nada más peligroso que una revolución a medias. Cuando se
comienza a hacer cambios, el enemigo empieza a alertarse, a prevenirse. Si los
cambios no se pueden profundizar o la dirección del campo nacional no tiene
ambiciones de ir más allá, hay grandes peligros de declinación y
retroceso.
–Claro, porque el enemigo avanza.
–Sí, esos grupos han perdido privilegios, la
redistribución del ingreso ha cambiado en pocos años. A pesar de que no ha
cambiado tanto como durante el peronismo, que llegó al 56% para los
trabajadores, ha cambiado bastante. Aunque la reactivación también les permite
hacer negocios y los hacen, temen el protagonismo popular y tienen un odio de
clase que es el mismo que los llevó a despreciar a las chusmas yrigoyenistas y
al cabecita negra, a secuestrar el cadáver de Evita y a desterrar a Perón.
–¿Cuál es el antecedente histórico de estos
grupos?
–Son los grandes privilegiados de la Revolución
de Mayo, que eran los monopolistas frente al Plan de Operaciones de Moreno que
hoy tanto se discute diciendo que es apócrifo y todas esas macanas. Moreno
decía: "Desgraciados los países en que la riqueza está concentrada en
pocas manos."
Autodefinición
"Siempre le tuve desconfianza al radicalismo
–dice Galasso– pero no he sido antialfonsinista a muerte como algunos
peronistas. Tampoco soy peronista. Siempre fui un hombre de la izquierda
nacional que reivindicó a don Hipólito y que apoyó a Perón. Sentí que Néstor
Kirchner expresaba la democracia sobre todo cuando se tiró, cuando se lanzó
sobre la gente. Esa es una imagen de él que me quedó muy grabada porque me
pareció que ese acto era un acto de comunión con el pueblo. Por supuesto que
apoyé el Juicio a las Juntas, pero allí participaron muchos personajes que
luego tomaron otro rumbo. Siempre desconfié un poco del radicalismo a pesar de
que mis tíos eran radicales y vengo de una familia radical por vía materna,
pero ellos eran radicales de Yrigoyen, radicales que fueron a pedir armas el 6
de septiembre del '30 para parar el golpe. Reconocí algunas virtudes en
Frondizi, que era un estadista, pero que prácticamente no pudo gobernar y cuya
concepción política fue sometida por el desarrollismo de Frigerio. Mi viejo era
de una familia socialista de izquierda y en su experiencia práctica me hizo ver
muchas cosas. Él tenía un negocio de compostura de relojes en el que se vendían
algunas joyas no muy importantes. Él me decía que durante el peronismo
aparecieron clientas nuevas que eran las empleadas domésticas que venían del
interior que antes sólo pasaban por enfrente en alpargatas y traje negro porque
alguna vez habían tenido que teñirlo por un duelo en la familia y luego lo
siguieron usando. Durante el peronismo aparecían una vez por mes, cuando
cobraban, a comprar una pulserita o algo así. Eran más altas porque usaban
tacos y tenían ropa de colores.
Fuente:
Tiempo Argentino
2 de febrero
de 2014
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