miércoles, 9 de octubre de 2019

Rodolfo Puiggrós y el primer peronismo


Al momento de la emergencia del peronismo en la década de 1940 Rodolfo Puiggrós integraba el Partido Comunista, en el cual ya se había destacado como historiador. Él mismo fechará más o menos por aquellos años, con la publicación de Los caudillos de la Revolución de Mayo[i], su progresivo ajuste de cuentas con la interpretación histórica de la izquierda liberal. De ser así, su mirada sobre el pasado argentino y su apreciación del singular momento político marcado por el ascenso del movimiento liderado por Juan Perón guardarían cierta correspondencia. Más seguro es que una lectura que asignaba primacía al antiimperialismo por sobre el antifascismo para orientarse en la realidad nacional, resultó decisiva en la crisis que se suscitó entre Puiggrós y otros militantes del PC con la conducción del Partido. A partir de la expulsión del Partido, comenzó el peregrinaje político e intelectual de Rodolfo Puiggrós hacia el seno del movimiento nacional, realizando simultáneamente una crítica minuciosa de lo que entendía como “lastres” de la izquierda tradicional así como de las “contradicciones internas” del propio peronismo. Su objetivo inicial, de conformar una vanguardia marxista nacional, lo llevó a nutrir lo que dio en llamarse “nacionalismo popular revolucionario” y su acercamiento final a la tendencia revolucionaria del peronismo.
En la segunda mitad de los años ’40, Puiggrós y algunos comunistas disidentes expulsados del Partido conformarán el Movimiento Obrero Comunista (MOC). Se destacará también Eduardo Astesano, que mantuvo un prolongado intercambio intelectual con Puiggrós, y cuyo pensamiento seguirá asimismo un derrotero original en los años subsiguientes. El historiador Samuel Amaral[ii], que estudió ese grupo, señala que se trata de comunistas que buscan interpretar al peronismo desde una clave antiimperialista, alejados de la idea de confundir al nuevo movimiento con una versión local del fascismo. Pero no son peronistas. Siguen sosteniendo la necesidad de una vanguardia política de la clase obrera, encarnada por un Partido Comunista al que hay que recuperar del extravío de sus dirigentes. Intentaron infructuosamente en dicha querella persuadir a las bases, así como apelar a otros núcleos del comunismo internacional. El fracaso en esa empresa por un lado, y los avances de la política nacionalista del peronismo por el otro, los alejaron definitivamente del Partido aunque sin abandonar todavía la identidad comunista. La reformulación ideológica en la que se empeñaron, podía conciliarse, con cierto esfuerzo, con el paradigma marxista leninista, pero los empujaba por sendas originales también. El punto crítico se presenta cuando dejan de abogar por una necesaria (y futura) revolución democrático-burguesa y pasan a considerar, alrededor del año 1952, que el peronismo constituye una “revolución nacional emancipadora”. Eduardo Astesano sugiere que los discursos y el propio contacto con Perón, fueron importantes en ese cambio[iii]. Aunque es probable que esto último represente la posición personal de Astesano, uno de integrantes los más “peronistas” del MOC, y que no fuera compartido por el resto. El núcleo comunista disidente se irá fragmentando en efecto. Puiggrós sustentará una posición de cierto equilibrio en el MOC, casi como un reflejo de la lectura que despliega por entonces: la de un peronismo como expresión de un cierto “equilibrio de clases” en el frente antiimperialista.
Para seguir la posición de Puiggrós por aquellos años, resulta de interés los artículos que reunió poco después (1958) bajo el título El proletariado en la revolución nacional. Allí analiza al peronismo como consecuencia de las transformaciones de la sociedad argentina. O, según su propia expresión, como resultado de las causas internas. Entre esas causas internas había que relevar: a) el desarrollo de las fuerzas productivas en contradicción con la estructura dependiente del país; b) la agudización de la lucha de clases; c) el crecimiento de la conciencia antiimperialista de la clase obrera; d) el crecimiento de la conciencia antiimperialista en parte de la intelectualidad y del Ejército[iv]. Al nivel de la formación social argentina, la tensión entre el autodesarrollo nacional y el imperialismo es la contradicción principal, y el peronismo nace de ella. Se trataba de un proceso que discurría por los cauces del capitalismo, aunque para Puiggrós podía ser leído en la clave de la revolución de nueva democracia postulada por el comunismo chino. Tanto Puiggrós como Astesano evidenciarán la influencia del pensamiento del líder chino Mao, algunos de cuyos escritos ya circulaban en castellano desde principios de la década de 1950[v]. En el primer tramo de la Revolución China, no se había producido aún la ruptura con la Unión Soviética, y Mao formaba parte por eso mismo de la pléyade oficial del comunismo internacional, sin generar mayores controversias entre quienes revistaban en las filas de los partidos comunistas o provenían de ellas.
El Estado aparecía como un factor esencial en la revolución nacional emancipadora, pero quedaba por precisar su contenido de clase, cuestión difícil de obviar para un marxista. En este problema se advierte el esfuerzo teórico de Puiggrós por aprehender las peculiaridades del poder estatal en la Argentina del primer peronismo. El Estado no podía sino ser fruto de las contradicciones de clase, aun cuando alcanzara, en circunstancias determinadas, un importante grado de autonomía. ¿Cuál era la clase dominante en ese Estado? Puiggrós no da una respuesta taxativa, sino que señala la importancia del movimiento de masas y la tendencia del Estado peronista a buscar un equilibrio, a colocarse “por encima” de las clases[vi]. Esa ambigüedad refleja la dificultad para definir como plenamente burgués a un proceso que había sido impulsado de modo tan eminente por la multitud obrera en 1945. En última instancia, se trataba de una contradicción interna de esa etapa, piensa Puiggrós, a la que no podía sustraerse el Estado ni tampoco la misma figura de Perón: “La política peronista fue en el gobierno la expresión viva de esa contradicción objetiva y global. Perón siempre actuó teniendo en cuenta primordialmente la fuerza más poderosa de cada momento, la presión más importante, la mayor exigencia de los acontecimientos”[vii]. Sugestiva apreciación sobre la orientación de Perón, que tal vez anticipa algunas claves interpretativas de la izquierda peronista de los ’70. En todo caso, puede advertirse lo complejo de avanzar en la caracterización del liderazgo personalista, aun para una tradición ideológica que no carecía de experiencias al respecto (Stalin, Mao).
El líder no podía sino inclinarse ante las fuerzas políticas y sociales de su coalición que fueran más poderosas en cada circunstancia. Lo que advierte Puiggrós es que el cuadro quedaba incompleto si no se apreciaba el rol de las masas. Bajo el primer peronismo, incluso sin una organización de clase independiente, las masas obreras fueron centrales en la orientación del Estado e impulsando a Perón: “Tantas veces cuantas Perón vaciló… bajo la presión de los reaccionarios y del imperialismo, la fuerza de las masas le impuso finalmente el rumbo”[viii]. En un trabajo posterior, Puiggrós retoma sus reflexiones sobre el liderazgo personalista, y crítica al liberalismo y a la izquierda tradicional que no se resignaban a dejar de ver en Perón a un gran manipulador, un hábil titiritero que podía mover los hilos a voluntad. Por el contrario, sostiene la existencia de un vínculo dialéctico, de ida y vuelta, entre líder y sociedad: “El liderato no es unilateral ni arbitrario, pues lo genera la unidad y la mutua dependencia del líder con la masa popular que se reconoce en él y lo condiciona. Igual que al artista, al filósofo y al científico, la sociedad le otorga relieve y trascendencia. Es creado y creador”[ix].
La clase obrera forma entonces parte del entramado de poder, en un equilibrio inestable con otros grupos sociales. Ese equilibrio no podía ser eterno, y Puiggrós descree de los planteos al estilo de la “comunidad organizada”. Le interesa la continuidad de la lucha de clases bajo las condiciones de una revolución nacional emancipadora.
Estas preocupaciones serán reformuladas en los años posteriores, en los cuales Rodolfo Puiggrós se erigirá como uno de los intelectuales del nacionalismo popular revolucionario. Algunos rasgos del comunismo ortodoxo de su temprana formación quedarán en el pasado, pero ciertas claves interpretativas, enunciadas ya en esos años de las décadas de 1940 y 1950, continuarán presentes: la primacía del antiimperialismo; el peronismo como expresión de una revolución nacional; la ausencia de un equilibrio social permanente y la continuidad de la lucha de clases en el proceso de emancipación nacional; la relación entre masas populares y liderazgo político.

Germán Ibañez


[i] Rodolfo Puiggrós: Los caudillos de la Revolución de Mayo; Buenos Aires; Ediciones Corregidor; 1971; p. 7
[ii] Samuel Amaral: “Peronismo y marxismo en los años fríos: Rodolfo Puiggrós y el Movimiento Obrero Comunista 1947-1955”, en Investigaciones y ensayos; N° 50; 2000; pp. 167-190
[iii] Eduardo Astesano: Ensayo sobre el Justicialismo a la luz del Materialismo Histórico; Rosario; Edición del autor; 1953; pp. 10-11
[iv] Rodolfo Puiggrós: El proletariado en la revolución nacional; Buenos Aires; Trafac; 1958; pp. 52-53
[v] Darío Pulfer y Julio Melon Pirro señalan la existencia de una edición cubana de textos de Mao del año 1951: “Nota sobre la prensa(s) de la resistencia(s). Cuadernos del Nacionalismo Marxista, un cruce novedoso; en Revista Movimiento; N° 14; julio de 2019; p. 55
[vi] Rodolfo Puiggrós: El proletariado en la revolución nacional; op. cit.; pp. 60-61
[vii] Ibíd.; p. 61
[viii] Ibíd.; p. 62
[ix] Rodolfo Puiggrós: El peronismo: sus causas; Buenos Aires; Ediciones Cepe; 1974; pp. 32-33

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