Al momento de la emergencia del peronismo en la
década de 1940 Rodolfo Puiggrós integraba el Partido Comunista, en el cual ya
se había destacado como historiador. Él mismo fechará más o menos por aquellos
años, con la publicación de Los caudillos
de la Revolución de Mayo[i], su progresivo ajuste de
cuentas con la interpretación histórica de la izquierda liberal. De ser así, su
mirada sobre el pasado argentino y su apreciación del singular momento político
marcado por el ascenso del movimiento liderado por Juan Perón guardarían cierta
correspondencia. Más seguro es que una lectura que asignaba primacía al
antiimperialismo por sobre el antifascismo para orientarse en la realidad
nacional, resultó decisiva en la crisis que se suscitó entre Puiggrós y otros
militantes del PC con la conducción del Partido. A partir de la expulsión del
Partido, comenzó el peregrinaje político e intelectual de Rodolfo Puiggrós
hacia el seno del movimiento nacional, realizando simultáneamente una crítica
minuciosa de lo que entendía como “lastres” de la izquierda tradicional así
como de las “contradicciones internas” del propio peronismo. Su objetivo
inicial, de conformar una vanguardia marxista nacional, lo llevó a nutrir lo que dio en llamarse “nacionalismo
popular revolucionario” y su acercamiento final a la tendencia revolucionaria
del peronismo.
En la segunda mitad de los años ’40, Puiggrós y
algunos comunistas disidentes expulsados del Partido conformarán el Movimiento
Obrero Comunista (MOC). Se destacará también Eduardo Astesano, que mantuvo un
prolongado intercambio intelectual con Puiggrós, y cuyo pensamiento seguirá
asimismo un derrotero original en los años subsiguientes. El historiador Samuel
Amaral[ii], que estudió ese grupo,
señala que se trata de comunistas que buscan interpretar al peronismo desde una
clave antiimperialista, alejados de la idea de confundir al nuevo movimiento
con una versión local del fascismo. Pero no son peronistas. Siguen sosteniendo
la necesidad de una vanguardia política de la clase obrera, encarnada por un
Partido Comunista al que hay que recuperar del extravío de sus dirigentes. Intentaron
infructuosamente en dicha querella persuadir a las bases, así como apelar a
otros núcleos del comunismo internacional. El fracaso en esa empresa por un
lado, y los avances de la política nacionalista del peronismo por el otro, los
alejaron definitivamente del Partido aunque sin abandonar todavía la identidad
comunista. La reformulación ideológica en la que se empeñaron, podía
conciliarse, con cierto esfuerzo, con el paradigma marxista leninista, pero los
empujaba por sendas originales también. El punto crítico se presenta cuando
dejan de abogar por una necesaria (y futura) revolución democrático-burguesa y
pasan a considerar, alrededor del año 1952, que el peronismo constituye una
“revolución nacional emancipadora”. Eduardo Astesano sugiere que los discursos
y el propio contacto con Perón, fueron importantes en ese cambio[iii]. Aunque es probable que
esto último represente la posición personal de Astesano, uno de integrantes los
más “peronistas” del MOC, y que no fuera compartido por el resto. El núcleo
comunista disidente se irá fragmentando en efecto. Puiggrós sustentará una
posición de cierto equilibrio en el MOC, casi como un reflejo de la lectura que
despliega por entonces: la de un peronismo como expresión de un cierto
“equilibrio de clases” en el frente antiimperialista.
Para seguir la posición de Puiggrós por
aquellos años, resulta de interés los artículos que reunió poco después (1958)
bajo el título El proletariado en la
revolución nacional. Allí analiza al peronismo como consecuencia de las
transformaciones de la sociedad argentina. O, según su propia expresión, como
resultado de las causas internas.
Entre esas causas internas había que relevar: a) el desarrollo de las fuerzas productivas
en contradicción con la estructura dependiente del país; b) la agudización de
la lucha de clases; c) el crecimiento de la conciencia antiimperialista de la
clase obrera; d) el crecimiento de la conciencia antiimperialista en parte de
la intelectualidad y del Ejército[iv]. Al nivel de la formación
social argentina, la tensión entre el autodesarrollo nacional y el imperialismo
es la contradicción principal, y el
peronismo nace de ella. Se trataba de un proceso que discurría por los cauces
del capitalismo, aunque para Puiggrós podía ser leído en la clave de la revolución de nueva democracia postulada
por el comunismo chino. Tanto Puiggrós como Astesano evidenciarán la influencia
del pensamiento del líder chino Mao, algunos de cuyos escritos ya circulaban en
castellano desde principios de la década de 1950[v]. En el primer tramo de la
Revolución China, no se había producido aún la ruptura con la Unión Soviética,
y Mao formaba parte por eso mismo de la pléyade oficial del comunismo
internacional, sin generar mayores controversias entre quienes revistaban en
las filas de los partidos comunistas o provenían de ellas.
El Estado aparecía como un factor esencial en
la revolución nacional emancipadora, pero quedaba por precisar su contenido de
clase, cuestión difícil de obviar para un marxista. En este problema se
advierte el esfuerzo teórico de Puiggrós por aprehender las peculiaridades del
poder estatal en la Argentina del primer peronismo. El Estado no podía sino ser
fruto de las contradicciones de clase, aun cuando alcanzara, en circunstancias
determinadas, un importante grado de autonomía.
¿Cuál era la clase dominante en ese Estado? Puiggrós no da una respuesta
taxativa, sino que señala la importancia del movimiento de masas y la tendencia
del Estado peronista a buscar un equilibrio, a colocarse “por encima” de las
clases[vi]. Esa ambigüedad refleja
la dificultad para definir como plenamente burgués a un proceso que había sido
impulsado de modo tan eminente por la multitud obrera en 1945. En última
instancia, se trataba de una contradicción
interna de esa etapa, piensa Puiggrós, a la que no podía sustraerse el
Estado ni tampoco la misma figura de Perón: “La política peronista fue en el
gobierno la expresión viva de esa contradicción objetiva y global. Perón
siempre actuó teniendo en cuenta primordialmente la fuerza más poderosa de cada
momento, la presión más importante, la mayor exigencia de los acontecimientos”[vii]. Sugestiva apreciación
sobre la orientación de Perón, que tal vez anticipa algunas claves
interpretativas de la izquierda peronista de los ’70. En todo caso, puede
advertirse lo complejo de avanzar en la caracterización del liderazgo personalista,
aun para una tradición ideológica que no carecía de experiencias al respecto
(Stalin, Mao).
El líder no podía sino inclinarse ante las
fuerzas políticas y sociales de su coalición que fueran más poderosas en cada
circunstancia. Lo que advierte Puiggrós es que el cuadro quedaba incompleto si
no se apreciaba el rol de las masas. Bajo el primer peronismo, incluso sin una
organización de clase independiente, las masas obreras fueron centrales en la
orientación del Estado e impulsando a Perón: “Tantas veces cuantas Perón
vaciló… bajo la presión de los reaccionarios y del imperialismo, la fuerza de
las masas le impuso finalmente el rumbo”[viii]. En un trabajo
posterior, Puiggrós retoma sus reflexiones sobre el liderazgo personalista, y
crítica al liberalismo y a la izquierda tradicional que no se resignaban a
dejar de ver en Perón a un gran manipulador, un hábil titiritero que podía
mover los hilos a voluntad. Por el contrario, sostiene la existencia de un
vínculo dialéctico, de ida y vuelta, entre líder y sociedad: “El liderato no es
unilateral ni arbitrario, pues lo genera la unidad y la mutua dependencia del
líder con la masa popular que se reconoce en él y lo condiciona. Igual que al
artista, al filósofo y al científico, la sociedad le otorga relieve y
trascendencia. Es creado y creador”[ix].
La clase obrera forma entonces parte del
entramado de poder, en un equilibrio inestable con otros grupos sociales. Ese
equilibrio no podía ser eterno, y Puiggrós descree de los planteos al estilo de
la “comunidad organizada”. Le interesa la continuidad de la lucha de clases
bajo las condiciones de una revolución nacional emancipadora.
Estas preocupaciones serán reformuladas en los
años posteriores, en los cuales Rodolfo Puiggrós se erigirá como uno de los
intelectuales del nacionalismo popular revolucionario. Algunos rasgos del
comunismo ortodoxo de su temprana formación quedarán en el pasado, pero ciertas
claves interpretativas, enunciadas ya en esos años de las décadas de 1940 y
1950, continuarán presentes: la primacía del antiimperialismo; el peronismo
como expresión de una revolución nacional; la ausencia de un equilibrio social
permanente y la continuidad de la lucha de clases en el proceso de emancipación
nacional; la relación entre masas populares y liderazgo político.
Germán Ibañez
[i] Rodolfo
Puiggrós: Los caudillos de la Revolución de Mayo; Buenos Aires; Ediciones
Corregidor; 1971; p. 7
[ii]
Samuel Amaral: “Peronismo y marxismo en los años fríos: Rodolfo Puiggrós y el
Movimiento Obrero Comunista 1947-1955”, en Investigaciones y ensayos; N° 50;
2000; pp. 167-190
[iii]
Eduardo Astesano: Ensayo sobre el Justicialismo a la luz del Materialismo Histórico;
Rosario; Edición del autor; 1953; pp. 10-11
[iv] Rodolfo
Puiggrós: El proletariado en la revolución nacional; Buenos Aires; Trafac;
1958; pp. 52-53
[v]
Darío Pulfer y Julio Melon Pirro señalan la existencia de una edición cubana de
textos de Mao del año 1951: “Nota sobre la prensa(s) de la resistencia(s).
Cuadernos del Nacionalismo Marxista, un cruce novedoso; en Revista Movimiento;
N° 14; julio de 2019; p. 55
[vi]
Rodolfo Puiggrós: El proletariado en la revolución nacional; op. cit.; pp.
60-61
[vii]
Ibíd.; p. 61
[viii]
Ibíd.; p. 62
[ix]
Rodolfo Puiggrós: El peronismo: sus causas; Buenos Aires; Ediciones Cepe; 1974;
pp. 32-33
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