El documental La educación en movimiento, de los realizadores Malena Noguer y
Martín Ferrari, propone una mirada panorámica sobre algunas experiencias
latinoamericanas de educación popular llevadas adelante por una serie de
movimientos sociales. Los testimonios recogidos de los protagonistas de esas
experiencias contienen una gran densidad política y conceptual, la obra de
conjunto abunda en inquietudes sugerentes, y hay además escenas de cierta
belleza. En lo que sigue no haremos un comentario pormenorizado del documental,
al cual recomendamos ver, sino más bien delinear una serie de reflexiones que
nos inspiró su visionado.
Las experiencias de educación popular de los
movimientos sociales contemporáneos son el resultado de la articulación de las
voluntades de personas y grupos diversos. De diferentes clases sociales. En
cierta medida, se trata de una “alianza” social en la cuales e cruzan
voluntariamente saberes académicos o letrados y saberes populares asentados en
cursos históricos populares prolongados. Hace ya unos cuantos años, el
antropólogo Adolfo Colombres proponía, en un artículo publicado en la revista Cuadernos para la Emancipación, la
alianza entre la cultura académica y las culturas indígenas-populares como una
clave para la liberación del continente. Es posible extender ese esquema
planteado por Colombres a los colectivos urbanos más diversos. Se trata también
del cruce, inevitablemente azaroso, de culturas militantes, que buscan
sistematicidad y coherencia, con amplias y difusas culturas populares. Los
vasos comunicantes entre ambas culturas no están dados de una vez y para
siempre. Se establecen de modo voluntario y se mantienen trabajosamente.
Diversas dinámicas sociales “acercan o alejan” a diferentes grupos o clases en
las sociedades contemporáneas más allá de su conciencia o voluntad; por ejemplo,
el ciclo económico, que cohesiona ciertos conglomerados sociales o los hace
estallar por el aire. Aquí nos referimos a otra cosa. En las experiencias
reseñadas, como de modo más genérico en el despliegue amplio de las formas de organización
popular, se trata de un hecho de
conciencia, dirigido al establecimiento de otras relaciones sociales
diferentes a aquellas impuestas por la desigual distribución de los recursos y
el poder.
Puede advertirse, en las experiencias de
educación popular relevadas en el documental, miradas que superan los
particularismos y lo corporativo. Es inevitable el enraizamiento de los
movimientos sociales en sujetos, territorios y problemáticas determinadas. No
existe el movimiento social universal. Por el contrario, cuando el enraizamiento
es profundo, las fortalezas de los colectivos son más evidentes. Pero sí se
desarrollan desde esas bases humanas y territoriales, miradas con proyección nacional
y global. En el proyecto educativo de los movimientos sociales se comparte y se
reflexiona sobre una experiencia internacional.
Lo contrario sería equivalente a postular que no se puede aprender del otro/a.
Esa perspectiva es clave, y está en el bagaje de las mejores tradiciones
latinoamericanas; pensemos en un José Martí, por ejemplo. O en uno de los
padres de la educación popular: Simón Rodríguez.
La cuestión estratégica está en la creación del
sujeto popular. Lo cual, no
constituye una novedad por cierto, pues esa problemática está en el corazón del
proyecto pedagógico de Simón Rodríguez. Pero esa creación no es indeterminada.
Siempre se trata de personas y grupos realmente existentes, en relaciones
sociales determinadas que se impugnan trabajosamente en tanto quiere alumbrarse
otras nuevas y mejores. Es decir, entramados históricamente concretos de clases
sociales. El núcleo más duro de las relaciones sociales, que no se puede
desanudar solo con el pensamiento o el deseo, está atado al control de los
recursos estratégicos, a la distribución del ingreso, a la trama de
dominaciones y subalternidades. La conformación de los sujetos populares
comienza en el reconocimiento crítico de esas desigualdades, y en la
organización para enfrentarlas.
En ese camino, la educación popular contribuye
no solo al autoconocimiento, sino a la creación de cierta mística, de cierto
orgullo, elemento imposible de cuantificar pero sin cuya presencia puede
presumirse el derrumbe de las experiencias de organización popular. Mucho más
en una época en la cual uno de los rasgos de la ideología de la dominación es
el desencanto. Las identidades que se recrean en los movimientos sociales y sus
experiencias de educación popular no están a salvo de los vendavales de la
historia por cierto, pero representan el esfuerzo consciente por asumir un
destino propio.
El conocimiento que se construye en el cruce de
saberes, y las identidades que se recrean en la articulación de voluntades y el
reconocimiento de la diversidad, son activos invaluables en las experiencias de
educación popular. La educación en
movimiento nos ofrece una mirada posible a todo ello.
Germán Ibañez
No hay comentarios:
Publicar un comentario