viernes, 27 de septiembre de 2019

Reflexiones (libres) acerca del documental La educación en movimiento


El documental La educación en movimiento, de los realizadores Malena Noguer y Martín Ferrari, propone una mirada panorámica sobre algunas experiencias latinoamericanas de educación popular llevadas adelante por una serie de movimientos sociales. Los testimonios recogidos de los protagonistas de esas experiencias contienen una gran densidad política y conceptual, la obra de conjunto abunda en inquietudes sugerentes, y hay además escenas de cierta belleza. En lo que sigue no haremos un comentario pormenorizado del documental, al cual recomendamos ver, sino más bien delinear una serie de reflexiones que nos inspiró su visionado.
Las experiencias de educación popular de los movimientos sociales contemporáneos son el resultado de la articulación de las voluntades de personas y grupos diversos. De diferentes clases sociales. En cierta medida, se trata de una “alianza” social en la cuales e cruzan voluntariamente saberes académicos o letrados y saberes populares asentados en cursos históricos populares prolongados. Hace ya unos cuantos años, el antropólogo Adolfo Colombres proponía, en un artículo publicado en la revista Cuadernos para la Emancipación, la alianza entre la cultura académica y las culturas indígenas-populares como una clave para la liberación del continente. Es posible extender ese esquema planteado por Colombres a los colectivos urbanos más diversos. Se trata también del cruce, inevitablemente azaroso, de culturas militantes, que buscan sistematicidad y coherencia, con amplias y difusas culturas populares. Los vasos comunicantes entre ambas culturas no están dados de una vez y para siempre. Se establecen de modo voluntario y se mantienen trabajosamente. Diversas dinámicas sociales “acercan o alejan” a diferentes grupos o clases en las sociedades contemporáneas más allá de su conciencia o voluntad; por ejemplo, el ciclo económico, que cohesiona ciertos conglomerados sociales o los hace estallar por el aire. Aquí nos referimos a otra cosa. En las experiencias reseñadas, como de modo más genérico en el despliegue amplio de las formas de organización popular, se trata de un hecho de conciencia, dirigido al establecimiento de otras relaciones sociales diferentes a aquellas impuestas por la desigual distribución de los recursos y el poder.
Puede advertirse, en las experiencias de educación popular relevadas en el documental, miradas que superan los particularismos y lo corporativo. Es inevitable el enraizamiento de los movimientos sociales en sujetos, territorios y problemáticas determinadas. No existe el movimiento social universal. Por el contrario, cuando el enraizamiento es profundo, las fortalezas de los colectivos son más evidentes. Pero sí se desarrollan desde esas bases humanas y territoriales, miradas con proyección nacional y global. En el proyecto educativo de los movimientos sociales se comparte y se reflexiona sobre una experiencia internacional. Lo contrario sería equivalente a postular que no se puede aprender del otro/a. Esa perspectiva es clave, y está en el bagaje de las mejores tradiciones latinoamericanas; pensemos en un José Martí, por ejemplo. O en uno de los padres de la educación popular: Simón Rodríguez.
La cuestión estratégica está en la creación del sujeto popular. Lo cual, no constituye una novedad por cierto, pues esa problemática está en el corazón del proyecto pedagógico de Simón Rodríguez. Pero esa creación no es indeterminada. Siempre se trata de personas y grupos realmente existentes, en relaciones sociales determinadas que se impugnan trabajosamente en tanto quiere alumbrarse otras nuevas y mejores. Es decir, entramados históricamente concretos de clases sociales. El núcleo más duro de las relaciones sociales, que no se puede desanudar solo con el pensamiento o el deseo, está atado al control de los recursos estratégicos, a la distribución del ingreso, a la trama de dominaciones y subalternidades. La conformación de los sujetos populares comienza en el reconocimiento crítico de esas desigualdades, y en la organización para enfrentarlas.
En ese camino, la educación popular contribuye no solo al autoconocimiento, sino a la creación de cierta mística, de cierto orgullo, elemento imposible de cuantificar pero sin cuya presencia puede presumirse el derrumbe de las experiencias de organización popular. Mucho más en una época en la cual uno de los rasgos de la ideología de la dominación es el desencanto. Las identidades que se recrean en los movimientos sociales y sus experiencias de educación popular no están a salvo de los vendavales de la historia por cierto, pero representan el esfuerzo consciente por asumir un destino propio.
El conocimiento que se construye en el cruce de saberes, y las identidades que se recrean en la articulación de voluntades y el reconocimiento de la diversidad, son activos invaluables en las experiencias de educación popular. La educación en movimiento nos ofrece una mirada posible a todo ello.

Germán Ibañez

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