domingo, 16 de septiembre de 2012

Porque soy negro, puto y kirchnerista no fui a la Plaza





Por Víctor Ego Ducrot

En el corazón y el latido de las cacerolas y las sartenes del jueves pasado estuvieron los conocidos de siempre. Rictus desencajados por el insulto. Aunque los energúmenos de la protesta perfumada son más honestos que sus dirigentes, al menos son sinceros.
Ah!, chorro y montonero. Por esas cinco razones no estuve en la Plaza el jueves por la noche; o, mejor dicho, sí estuve, pero al solo efecto de cronista interesado. Oye, ve y calla fue mi consigna, porque el espectáculo era sencillamente imperdible: rictus desencajados por el insulto, entre ellos los preferidos fueron “que se vaya esa negra chorra, negra, puta y montonera; ni negros ni kirchneristas, por la libertad; que se muera la yegua; andate a Cuba la puta que te parió; quiero dólares y seguridad, conchuda montonera…” y para qué seguir, ¿acaso los desencajados pero bien olientes a perfume de los caros no fueron elocuentes?
Antes de cruzar al centro me di una vuelta por algunos barrios, alguno que sí y otros que no son “del Norte copetudo de la ciudad”, y de tanto en tanto desde algún balcón y en alguna esquina, puñados de desencajados y desencajadas abollaban sus sartenes con reclamos parecidos a los que con un poco más de estrépito provocaban allá, en la Plaza. Y al pasar por el Once, por ejemplo, casi hasta pena sentí por dos parejas jóvenes con sus bebés en brazos, que desde el balcón sucio de una pensión se desgañitaban al grito de “queremos libertad y salir del país, andá con tus negros de mierda a Venezuela”; una de las pibas medio que se hartó de todo y comenzó a recoger un par de toallas con los colores desteñidos de Boca Juniors, que seguro ya se habían secado, como la yerba de ayer, y a guardar juguetes dentro de un caja de cartón que alguna vez transportó frutas de Río Negro; se veía con claridad, había sido de manzanas y en ese momento en ella buscaban cobijo un camión de plástico al que le faltaban dos ruedas, una pelota desinflada y varios muñecos con brazos de menos.
Cuando volví a casa y encendí el televisor, lo encontré a Artemio López en un programa de C5N, quien intentaba explicar la naturaleza última de la protesta desencajada: inorgánica, representativa de un sector de la sociedad que siempre se opuso, se opone y se opondrá al gobierno nacional, haga lo que este haga, y que siente una gran frustración porque no encuentra ni los espacios ni las figuras políticas que los represente. “Fíjese usted –le decía al periodista que lo entrevistaba– que la figura opositora que mejor sigue midiendo es Hermes Binner, quien apenas si mide 15 puntos de intención de voto; están muy frustrados y la explicación última de una manifestación como esta, que es legítima por cierto, sigue siendo el contundente resultado electoral de octubre pasado. Se trata, en definitiva, de una protesta que no es novedosa y que no tiene espesor político real.”
Lo que López no podía saber es que algunas horas después, en la mañana del viernes, el tal Binner daría una interpretación de los hechos que por sí misma explica sus limitaciones como dirigente político. “La gente se expresó ayer, diciendo una vez más ‘que se vayan todos’, y hace diez años no se fue nadie”, dijo el dizque socialista de Rosario, haciendo gala, si uno no quiere ser mal pensado, de una ignorancia supina acerca de la realidad que vive el país; pero como uno sí es malpensado, luciendo un discurso idiota por lo que se anima a decir lo que verdaderamente piensa y siente, igualito que los desencajados del jueves por la noche. Y sí, es justo reconocerlo, los energúmenos de la protesta perfumada son más honestos que sus dirigentes, al menos son sinceros a la hora gritar por la calles.
Como no soy dirigente político ni analista profesional puedo darme el lujo de ciertas incorrecciones políticas y discursivas. En el corazón y el latido de las cacerolas y las sartenes del jueves pasado estuvieron los conocidos de siempre; aquellos que critican al gobierno por su política cambiaria mientras usan los dólares que sistemáticamente le ocultan al fisco, para ir a Miami de vacaciones, tomar sol y comprarse calzones y bombachitas de marca; son los mismos que claman por la libertad pero gozaban como chanchos y chanchas cuando en este país se torturaba y asesinaba por pensar distinto; son los mismos que tienen retortijones racistas contra los que delinquen mientras ellos mismos lo hacen a diario, evadiendo impuestos, por ejemplo; son los mismos que volaban a destinos turísticos con paseos de compras –los “déme dos, tres cuatro…”– con las divisas baratas de Martínez de Hoz, haciéndose bien los boludos cuando en cada barrio, en cada cuadra, un patota secuestraba a un joven, se apropiaba de un bebé. Son los fascistas de siempre, alentados por la corporación mediática, la misma que festejó aquella tapa de la revista Noticias, de imbécil lascivia contra la presidenta, sólo porque es mujer y el macho falofascista sufre; claro, no es negro, ni puto, ni kirchnerista, ni chorro, ni montonero, que son los calificativos que merecemos todos los que militamos y apoyamos a este gobierno nacional.
El fascismo falócrata –blanco, machista y adultócrata, que por tal se opone al voto a los 16, como lo definiera la decana de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata, Florencia Saintout– está en un grave problema: cree que el país es el que relatan Magnetto y sus sirvientes, por consiguiente despliega decisiones erróneas y más tarde, al proceder en consecuencia, también se equivoca cuando caracteriza los resultados de esas, sus propias decisiones: seguirá pegándole a la cacerola e insultando a la presidenta durante algunas semanas más, pero a la vuelta de la esquina lo esperan las odiadas elecciones y sus más odiados resultados.
Los falofascistas o falogorilas (ellos y ellas), como ustedes prefieran, salieron a las calles contra todo lo que suene o huela kirchnerismo, a peronismo, ¡cosa de negros, che! Querrán ir a Miami, quizás, pero en tanto, y por estas tierras, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner sigue recorriendo el país para mantener e incrementar los niveles de producción y empleo, resignificar en valor la Asignación Universal por Hijo y todo el plexo de programas sociales, inaugurar obra pública y privada, centros de investigación científica y tecnológica.
Los falofascitas o falogorilas, como ustedes prefieran, seguirán insultando porque el 7 de diciembre el Grupo Clarín deberá cumplir la ley; porque el vicegobernador de la provincia de Buenos Aires, Gabriel Mariotto, protagonizó un hecho inédito en términos de acción política tendiente a resolver la cuestión seguridad, quizá la mayor demanda social en todo el país, desde una perspectiva efectiva y democrática, al impulsar primero y recibir después, el jueves último, el informe de la Comisión Candela del Senado provincial, la que investigó los hechos que rodearon al asesinato, hace un año, de la niña Candela Sol Rodríguez, poniendo en evidencia que la madre del borrego, si de delitos e inseguridad hablamos, está en la trama de complicidades entre elementos policiales, de la Justicia, de las fiscalías y del poder político.
Mientras todo eso sucedía en la Argentina real, en la otra, en la de los desencajados, estábamos prohibidos, y lo digo otra vez: por negros, kirchneristas, chorros, putos, peronistas y montoneros. En fin, qué más puedo decirles.

Fuente: Agencia Periodística de Buenos Aires
www.agepeba.org

lunes, 10 de septiembre de 2012

Manuel Belgrano y la emergencia de los intelectuales patriotas


La figura de Manuel Belgrano es representativa de la emergencia de un nuevo tipo de intelectual en Hispanoamérica, que podemos denominar intelectual patriota. Es menester en primer término ubicar esa emergencia en el marco del proceso revolucionario hispanoamericano, que en nuestras tierras tuvo su punto de inflexión con la Revolución de 1810. En el caso de Belgrano es posible empero apreciar su pensamiento e iniciativas en los diez años previos al proceso revolucionario, para calibrar mejor la magnitud del proyecto político y cultural que comenzaba a suscitarse. Por cierto, no se trata de la acción de una “vanguardia” independentista o de una conciencia nacional en ciernes que solo esperaba su oportunidad. Sería mejor hablar de una progresiva desintegración del sistema colonial que la crisis de la monarquía en 1808 terminará de precipitar. Lo que si debemos registrar es el desarrollo de un pensamiento que comenzaba a erosionar la configuración cultural dominante durante el período colonial.
Con la conquista y colonización ibérica fue cristalizando una configuración cultural dominante que ciertamente no permaneció sin modificaciones a lo largo del tiempo y también conoció variaciones región a región, pero en cual podemos reconocer algunos rasgos importantes. Entre ellos la intolerancia religiosa impuesta por los conquistadores, que persiguieron por “idolátricas” a las religiones originarias de América, así como mantuvieron esquemas de control sobre las “herejías”, los protestantes y aun la sospecha sobre los conversos. También el casticismo, que colocaba al castellano peninsular en la condición de único idioma legítimo (aunque los conquistadores y evangelizadores utilizaron instrumentalmente algunas lenguas indígenas para controlar a las poblaciones locales). Otro rasgo era el orden estamental, la clasificación por “pureza de sangre” de las poblaciones y los individuos, que se solapaba con la división de clases sociales y la reforzaba. Todos estos rasgos se integraban en una cosmovisión fuertemente metafísica, en la cual el mundo y la sociedad eran el reflejo del orden querido por la divinidad.
Algunos de estos elementos en los cuales descansaba la dominación colonial comenzarán a ser cuestionados, en los tramos finales del período virreinal. Si los letrados coloniales habían sido abrumadoramente administradores del sistema y los reproductores de la configuración cultural dominante, los nuevos “letrados” modernos, influenciados por la Ilustración, quieren reformar y modernizar la sociedad hispanoamericana. En el Río de la Plata se advierten los indicios de un verdadero programa de reforma cultural, impulsado por una serie de intelectuales. La aparición de publicaciones periódicas estables, como el Telégrafo Mercantil, Rural, Político-económico, e Historiográfico, o el Correo de Comercio es uno de los índices más importantes. En esas publicaciones se planteará la crítica a las viejas concepciones mercantilistas en el orden económico, se defenderá la idea de desarrollar la producción agropecuaria y las artes, de aplicar el conocimiento a dicha producción, y la búsqueda de un conocimiento útil productivamente y que sirva a la reforma económica-social. También se abundará en la crítica a los elementos más conservadores, especulativos e inmovilistas de la una educación centrada en la escolástica (y por lo tanto se hace la crítica a la cosmovisión metafísica, señalando la inteligibilidad del mundo en términos naturales y de la ciencia).
No se trata tanto de un cambio brusco que se suscitara con el amanecer del siglo XIX, sino de la consolidación de una tendencia ya visible en las décadas anteriores. El reformismo de la dinastía Borbónica no fue indiferente a tal efecto; pero su política ilustrada estaba dirigida a tornar más eficiente la dominación colonial (pensada “modernamente” en estos términos) y no a asegurar un libre despliegue de un autodesarrollo hispanoamericano. Por eso se trata de un modernismo de distinto tipo al que imponía la monarquía. Intelectuales como Belgrano, sin plantear en los años previos a 1810, una impugnación a la Corona ni a la religión y dogmas establecidos, apuntaban de todas formas los perfiles de un modernismo de nuevo tipo que cuestionaba como señalamos anteriormente la configuración cultural dominante.
Un ejemplo claro es el pensamiento de Belgrano con respecto a la educación. Ya como secretario del Consulado, había impulsado la creación de la Escuela de Dibujo y la Academia de Náutica, convencido de la importancia de una educación que articulara conocimiento y producción. Esta preocupación lo acompañará de manera permanente, y Belgrano será un firme crítico de la educación escolástica, a la que acusará luego de enseñar “falsas doctrinas por verdaderas y palabras por conocimientos”. En un artículo de 1810, publicado en el Correo de Comercio, Belgrano apuntará varias de sus ideas con respecto a la educación. Se pronunciará entre otras cosas por la necesidad de fomentar el estudio de la propia lengua y de los idiomas modernos, sin desmedro del latín, pero sí enfatizando la necesidad de contar con herramientas para un conocimiento de utilidad práctica en la transformación económica y social. Cuestionando el pensamiento puramente especulativo, señalará que el razonamiento debe someterse a la prueba de la experiencia: “busquemos la verdad en el encadenamiento de las experiencias y de las observaciones”. Para todo esto se hace menester el estudio del pensamiento más avanzado y de los “sabios europeos”, pero la propuesta belgraniana no es la de una mera réplica sino la de la incorporación de herramientas para ese programa de reforma social y cultural.
En pos de esa articulación entre conocimiento y producción resulta fundamental la incorporación de la moderna economía política, de las ciencias y artes, de todo aquello que fomentara la agricultura y la navegación. Más importante aún, y aquí la ruptura con el modernismo despótico de los Borbones, el horizonte de la propuesta es el bien común, y la idea de patria, noción que en despliegue del proceso revolucionario hispanoamericano irá adquiriendo connotación y contenido de soberanía. Por eso, con el ciclo revolucionario estas cuestiones se enlazarán decididamente: la emergencia de una nueva sociedad política con el crecimiento económico y la modernización socio-cultural. Producción, comercio, y modernización cultural se potencia en la construcción de la nación. Estamos frente a un proyecto de transformación capitalista, aunque obviamente Belgrano no lo formula en estos términos.
En la mirada belgraniana aparece la cuestión de los sujetos sociales. La población real no es un obstáculo (como pensarán algunos liberales posteriores) sino un factor activo de ese progreso y modernización soñados. El factor trabajo por lo tanto es esencial, pero dignificado, liberado de las implicancias concretas impuestas por el proceso de colonización: el trabajo manual como actividad degradada, propia de los pobres y los no libres (y ejecutado de hecho por formas de trabajo forzado o no remunerado). Con esto, Belgrano pone los cimientos de una concepción descolonizadora del trabajo, de una dignificación de los sujetos populares vinculados a trabajo manual y la producción. Y por supuesto de su derecho a la educación (otra cosa que era patrimonio, en el período colonial, de las clases propietarias y honorables).
Con estas cuestiones, Manuel Belgrano se va constituyendo en manifestación de ese nuevo tipo de intelectual patriota. Las resonancias de ese ideario, de la dignificación del trabajo, de la educación articulando conocimiento y producción, del bien común como horizonte de la modernización, no se han agotado aún.


Germán Ibañez

“Lo lingüístico es fundamental para la integración regional”

Elvira Arnoux, especialista en análisis del discurso y políticas del lenguaje

Es doctora en Lingüística y eminencia en su área. En los últimos años, su objeto de estudio fueron los actuales procesos latinoamericanos. Analizó los discursos de Chávez y demostró que, lejos del nuevo bárbaro que muestran los sectores hegemónicos, es un gran promotor de la cultura escrita. También desmenuzó los debates de la reunión de Unasur en Bariloche en 2009. Su conclusión es que para consolidar la integración política es fundamental la integración lingüística.

Por Natalia Aruguete y Bárbara Schijman
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–¿Qué aspectos deberían fortalecerse en el campo del lenguaje para alcanzar una mayor integración regional?
–Las integraciones regionales deben decidir si van a pasar del plano meramente económico a una integración política, como intenta hacerlo –aunque erráticamente– la Unión Europea, o si van a permanecer en un mercado común, como el Nafta. La Unasur expresa la voluntad de realización política, por eso es necesario estructurar un entramado sólido construido a partir de una participación amplia. Si, por ejemplo, vamos a elegir representantes que intervengan en la toma de decisiones regionales, como lo plantea la Unasur, tenemos que establecer vínculos políticos con los distintos sectores de los otros países para poder articular posiciones comunes, y en esto las lenguas cumplen un papel esencial de comunicación en un espacio tan amplio como el sudamericano. Por eso insisto en el imperativo de desarrollar un bilingüismo español-portugués en toda América del Sur; por cierto, un bilingüismo con diferentes modalidades.
–¿Por ejemplo?–Una cosa es el aprendizaje de aquellos que van a intervenir en las instancias políticas de la integración regional, que deberán dominar la lengua del vecino, y otra el de aquellos que van a participar en otro tipo de intercambios y que tal vez puedan manejarse con los diálogos bilingües. Hay que atender también a las lenguas indígenas, que en la mayoría de los casos unen pueblos de un lado y otro de la frontera, porque restablecen vínculos que van erosionando los viejos límites nacionales que los Estados construyeron. De ahí la necesidad de asignarles una importancia particular a lenguas de amplia expansión como el guaraní y el quechua. El quechua une a todos los países de la zona andina, mientras que el guaraní es la lengua que domina la cuenca del Plata y es, además, cooficial en Paraguay. En nuestro caso, además, el mapuche enlaza, por el Sur, Chile y la Argentina. Ir construyendo un entramado tal que el español-portugués se acompañe de este fortalecimiento de las lenguas indígenas, y que su conocimiento sea transmitido, también con diferentes modalidades, a la población no indígena.
–¿Cree que el conocimiento/reconocimiento de estas lenguas permitiría una mayor integración?–Sí, porque son elementos culturales que anclan en nuestra historia, que nos vinculan a los países hermanos y que constituyen un aspecto fundamental de nuestra identidad. El sometimiento que vivieron pueblos y culturas se inscribe en el desarrollo del capitalismo. En la etapa actual se hacen visibles por efecto de la globalización, pero el sentido histórico que tenga ese reconocimiento dependerá de las luchas políticas.
–¿Por qué hace hincapié en el desarrollo del capitalismo?–Porque su larga historia nos permite comprender la situación actual y debatir las políticas lingüísticas necesarias en esta etapa. En la etapa en la que se formaron los Estados nacionales, estos espacios aseguraban el dinamismo económico con luchas desde distintas posiciones: centrales, secundarias y periféricas. En la etapa actual, la geografía discriminatoria se mantiene. Pero la clausura estatal limita la expansión económica; la economía, ahora planetaria, necesita zonas más amplias y articuladas. Esos nuevos espacios son las integraciones regionales, que en algunos casos se plantean, como dijimos, sólo como integraciones económicas y, en otros casos, también como integraciones políticas. En un momento inicial, el Mercosur se propuso como una integración económica y fue visto, en parte, como un mercado cautivo de las grandes potencias. Pero Unasur, desde su Tratado constitutivo, se define como una integración política que debe construir una identidad y una ciudadanía sudamericanas. La Unasur responde a los imperativos económicos actuales desde una propuesta que contempla aspectos sociales, culturales, ambientales, energéticos, entre otros, para fortalecer la unidad y luchar contra la exclusión y la desigualdad.
–¿Qué rol cumple el conocimiento de las distintas lenguas en este rasgo diferencial de la Unasur?–Es en esa construcción donde las lenguas intervienen. El tema de las lenguas se comienza a esbozar con el protocolo de Ministros de Educación de 1991. Se plantea la necesidad de expandir las lenguas de los países miembros a los otros, sobre todo del castellano y el portugués. Sin embargo, en toda la década del ’90 no hubo avances significativos: al contrario, el avance real fue del inglés. Desde la UBA hacíamos propuestas al Ministerio (de Educación) para fortalecer una política respecto del portugués, a funcionarios que firmaban decretos del Mercosur educativo, pero veíamos una clara política de refuerzo del inglés. Había todo un dispositivo normativo que no se cumplía.
–¿Qué explicación encontró a esa decisión política?–En esa etapa estaba en juego el ALCA, una integración de todo el continente con base y cabeza en los Estados Unidos. Como los funcionarios evaluaron que ése era nuestro futuro, la enseñanza del portugués quedó relegada. El ALCA se desestimó completamente en la reunión de Mar del Plata (año 1995) y empezaron a aparecer gobiernos muy distintos a los de la década del noventa en América del Sur. En este panorama sí se plantearon las políticas lingüísticas con vigor y se produjeron avances significativos.
–¿Como cuáles?–Hay dos leyes fundamentales, una brasileña de 2005, que establece la oferta obligatoria del español en todas las escuelas secundarias de Brasil. En nuestro país, una ley similar de 2009 impone la oferta obligatoria del portugués en todas las escuelas secundarias. Estas dos leyes tienen un aspecto discutible: se trata de una oferta obligatoria que deben hacer las escuelas secundarias de los dos países pero que, al mismo tiempo, es optativa para los alumnos; esto último plantea una serie de dificultades.
–¿Salvar estas dificultades no requeriría, en realidad, de un cambio cultural?–Lo fundamental es sensibilizar a la población y que adquiera conciencia de la importancia de la integración regional para el futuro de nuestros países. Eso es algo que no se hace; la ley, por otra parte, no se implementa o se dan pasos muy lentos y parciales. Brasil sí ha hecho gestos significativos desde 2005 para la difusión del español.
–¿Usted ubica esa sensibilización sólo en la población?–En realidad, creo que tampoco está sensibilizado el aparato estatal. En algunos sectores no hay un convencimiento político de que la integración regional sea un proyecto estratégico del Estado argentino. Yo estudié los anteproyectos de nuestra ley; allí sí había una conciencia notable de parte de los legisladores acerca del valor de la lengua en la construcción de la nueva identidad. Se veía la importancia de la enseñanza del portugués e, incluso, de la enseñanza del castellano como lengua segunda y extranjera y se insistía en la formación de profesores. Pero al mismo tiempo hice una investigación pequeña sobre las respuestas online de los lectores en el momento en que se anunció la medida. De 36 intervenciones que seguí sólo tres se referían a la relación entre la enseñanza del portugués y la política de integración regional.
–¿Por qué las políticas lingüísticas no están instaladas en la agenda política?–Algunas sí lo están, como la educación intercultural bilingüe, que responde a las tendencias mundiales de respeto al otro y a la diversidad, y la difusión del español como lengua segunda y extranjera, que en la actualidad tiene también implicancias económicas. Otras no, como el caso del portugués y de las lenguas indígenas mayoritarias de Sudamérica. Llega a la agenda lo que triunfa en los debates políticos. Las políticas lingüísticas adoptan el plurilingüismo, una categoría que surge de una necesidad política y que se despliega también pedagógicamente. Esto último ha dado lugar a un desarrollo interesante: las lenguas no se ven como espacios compartimentados sino en sus múltiples posibilidades de vinculación. Sin embargo, aquí se adopta políticamente en forma acrítica, sin analizar sus condiciones de producción, en un continente en el que –recordemos– hay dos lenguas mayoritarias. Esto oculta, además, la necesidad fundamental de abordar las políticas lingüísticas en el marco de la integración regional. No quiero decir que se dejen de lado las otras lenguas sino que se piense la relación entre las lenguas y la presencia de cada una de ellas en el sistema educativo atendiendo también al objetivo de conformar una identidad y una ciudadanía sudamericanas.
–¿Por qué en nuestro caso no se hace?–Pienso que está en relación tanto con la falta de comprensión de los requerimientos de nuestro proceso de integración regional como con los posicionamientos políticos. Esta idea de que tenemos que reconstruir una nación perdida y hermanarnos en un proyecto común viene desde las guerras de la independencia. Hay sectores políticos que se inscriben claramente en esa matriz y van a defender la idea de Patria Grande, mientras que otros están totalmente alejados de esa perspectiva. La mayoría de los presidentes de la región apoyan un proceso de integración regional que tiene también su dimensión social: la búsqueda de una mayor inclusión, entre nosotros, y, en algunos países, la búsqueda de una democracia radical, como lo asociado al reconocimiento de los pueblos indígenas en Bolivia o a la construcción del socialismo del siglo XXI en Venezuela. Pero, lamentablemente, eso llega parcialmente a nuestro aparato educativo, que debiera construir en el país esa conciencia de la integración.
–¿Qué continuidades marcaría entre los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández en lo que hace a la Unasur?–Creo que siguen la misma línea respecto de la valoración e impulso a la integración sudamericana. Néstor Kirchner muere siendo secretario general de la Unasur, cargo que apreciaba particularmente. No sólo apoyó el proyecto sino que participó con energía en la resolución de conflictos en la región. Cristina Fernández actuó decididamente también cuando tuvo lugar la destitución de Lugo y tiene vínculos fuertes con la mayoría de los presidentes sudamericanos. Ha firmado hace muy poco acuerdos importantes con Evo Morales, como lo ha hecho con otros en distintas ocasiones. Su compromiso con la integración regional es claro. Lo que lamento es que quede en el plano del Poder Ejecutivo y el Legislativo, que no llegue a la población, lo que debería ocurrir para lograr una participación política en el marco del espacio regional.
–Es decir que para reforzar la idea de la integración se necesitaría un mayor involucramiento de la escuela, por un lado, y sensibilizar al Estado por otro...–Sí, y de los medios. Por ejemplo, Telesur, que posibilita el conocimiento de los otros países sudamericanos, no tiene amplia difusión. Es increíble, por otro lado, que en algunas compañías de cable no se pueda acceder a la televisión brasileña, cuando antes sí podíamos hacerlo. Ese es un tema de política regional que tiene que ser tratado en la Unasur; tampoco puede ser que en Brasil uno se entere, en español, por la CNN de lo que está pasando en el mundo. Los medios deben hacer un esfuerzo y los gobiernos deben implementar políticas para que esas emisiones que permiten el conocimiento del otro latinoamericano lleguen a todos. La lengua y la cultura tienen una indudable importancia en ese conocernos. Y en ese sentido, no hay que olvidar la necesidad de implementar políticas conjuntas entre los países hispanoamericanos, tanto para elaborar instrumentos lingüísticos como para preparar materiales para la difusión del español e, incluso, proponer certificados de dominio de la lengua comunes.
–El libro Unasur y sus discursos ofrece un análisis sobre la integración regional en los medios de comunicación a propósito de la reunión de Bariloche de 2009, destinada a discutir las bases norteamericanas en Colombia. ¿De qué modo pudo ver que se cubrió este fenómeno?–Los medios no asignan, en general, demasiada importancia al proceso de integración, y en las coberturas de hechos que se producen en ese marco se pueden apreciar las diferentes ideologías que los sostienen. En el caso de la reunión de Bariloche, salvo excepciones, los medios manifestaron la desconfianza y el escepticismo y cuestionaron el liderazgo de ciertos presidentes latinoamericanos y demonizaron a otros. La mayoría no suele apoyar la integración salvo en casos económicos puntuales.
–¿Cómo fueron los debates en la reunión de Bariloche?–En Bariloche, las principales oposiciones se dieron entre Morales y Uribe y entre Correa y Uribe. Este último fue quien más se abroqueló detrás de una discursividad profesionalmente política usando estrategias del discurso electoral, de la respuesta ante la interpelación parlamentaria o del discurso ante organismos internacionales. Desde el principio trató de desplazar el tema –que había sido formulado como la instalación de bases militares en Colombia–, planteándolo como un acuerdo entre Colombia y los Estados Unidos para luchar contra el narcoterrorismo. Ese desplazamiento fue un esfuerzo constante de su parte, que fracasó porque para el resto de los presentes se trataba de la presencia amenazante de tropas norteamericanas. Pero Uribe sabía que lo principal para los otros era mantener el bloque unido y que, en función de eso, el documento final iba a ser muy tibio, porque no querían que los enfrentamientos provocaran la ruptura. En términos generales, se valoró mucho más la Unasur que las declaraciones programáticas.
–¿Qué dejó el encuentro desde lo discursivo?–El encuentro en Bariloche marcó en algún sentido el mapa ideológico de la Unasur y reactivó ciertas memorias a partir de la existencia de una amenaza externa. Llevó incluso a que los presidentes tuvieran que definirse en relación con esa matriz de la que hablaba antes. Si bien todos apoyaron la legitimidad del reclamo argentino sobre Malvinas, el papel de los Estados Unidos en la región fue analizado diversamente e, incluso, implicó en algunos discursos cuestionamientos serios. Fue una instancia muy importante en los debates latinoamericanos y pudimos tener la grabación completa porque fue pública, lo que no suele ocurrir. Hay, por otra parte, aspectos discursivos que tienen que ver con la dinámica de la reunión. La figura de la presidenta Cristina Fernández tuvo una marcada incidencia, en el sentido de que orientó, desde el comienzo, estrategias que tendían a que el bloque no se rompiera.
–¿Qué tipo de estrategias discursivas advirtió allí?–El gesto antiimperialista se volcó hacia el pasado. Se focalizó Malvinas, lo que tuvo una doble función. Por un lado, que ese gesto antiimperialista se volcara hacia el pasado atenuaba el enfrentamiento. Por el otro, para la estrategia argentina era algo decisivo porque activaba la memoria solidaria de los países de la región. Esto último era esencial, y permitía ir instalando algo de notable peso político que es considerar a Malvinas como un territorio sudamericano ocupado, que se recuperará por acción de los países de la Unasur en su conjunto. Verlo como un territorio común ocupado no sólo activa esa vieja memoria sino que plantea gestos estratégicos fundamentales para nosotros. Creo que eso fue manejado con gran habilidad. Otro elemento que me llamó la atención en la dinámica de la reunión es que hubo un desplazamiento del lugar de enunciación: del lugar del político al lugar del profesional.
–¿Con qué objetivo?–Como muchos de los presidentes provienen de los campos sindical, médico, militar, eclesiástico, académico o jurídico, eso se pudo hacer con gran facilidad. Unos y otros se desplazaban cómodamente del lugar del político al del profesional y hablaban como expertos. El efecto era, en este caso también, atenuar la posibilidad de rupturas, es decir, no se hablaba desde el terreno netamente político sino desde otro. Frente a un hecho tan terrible como la instalación de bases norteamericanas en Colombia, que amenazan a la región en su conjunto, se planteó este modo de tratarlo. En este desplazamiento nos detuvimos en el análisis.
–¿Qué particularidades encontró en el estudio que hizo sobre el presidente Chávez, que la llevó a publicar El discurso latinoamericanista de Hugo Chávez?–Al comienzo me interesó la relación de Chávez con la cultura escrita. Frente a la demonización de su figura y la presentación de él como un nuevo bárbaro, a partir de la lectura de sus textos podía apreciar que era un notable promotor de la cultura escrita, alguien que prepara sus discursos a partir de lecturas, pone a su auditorio en contacto con un universo discursivo amplísimo, lleva libros y los lee, recita poesías y cuenta episodios de novelas. Para él, la cultura escrita es un valor, algo bastante excepcional que no encontramos en los discursos de otros presidentes y que proviene del pensamiento ilustrado. El primer trabajo que hice fue sobre el Chávez lector: lo que eso implicaba, lo que ponía en juego, cómo su estrategia discursiva se estructuraba en torno de la cultura escrita, cómo proponía libros, cómo impulsaba ediciones. Además, me interesaba cierta conciencia que tenía Chávez...
–¿Conciencia de qué?–De que si pensamos hacer una integración política es muy fácil activar la vieja matriz latinoamericanista, porque ha permanecido viva en los distintos movimientos nacionales y populares del continente, con distintos nombres y acentuaciones. Lo escuchaba a Chávez y veía el modo en que aparecían cuestiones tales como integración, memoria de la Independencia, valoración de una democracia radical, hermandad de nuestros pueblos, reivindicación de los antepasados indígenas. Chávez evoca estos elementos con notable entusiasmo cada vez que habla. Yo había trabajado esa matriz de los discursos latinoamericanistas, que activaba el presidente venezolano, tal como se constituye en el momento de las guerras de la Independencia, a partir de textos que se publicaron en Chile en 1862. El discurso de Chávez tiene también la impronta de los grandes relatos modernos, utópicos.
–¿En qué rasgos lo nota?–La interrogación que dio lugar al estudio partió del efecto de anacronismo que producían sus discursos frente a los dominantes en la década del ’90. Frente al neoliberalismo, que planteaba que esos discursos eran viejos, de pronto, en un lugar de América, aparecían sostenidos por un presidente y encarnados en sectores importantes de la población. Lo que explicaba por qué ese discurso era posible y aceptado era, entonces, la necesidad de la integración regional de avanzar hacia una integración política, cosa que exigía un imaginario compartido. Chávez entiende bien que la lucha política es central para desarrollar una propuesta democrática y solidaria que no termine con los más débiles como es la tendencia habitual del capitalismo.
–A partir de sus observaciones de la estrategia de la Unasur en aquella reunión de Bariloche, ¿cómo evalúa la decisión del Mercosur de suspender provisoriamente a Paraguay a raíz del golpe institucional contra Fernando Lugo?–Creo que fue un gesto hábil frente a una situación que no dejaba muchas alternativas. Por un lado, permitió denunciar la actitud golpista del mismo Senado que se negaba al ingreso de Venezuela en el Mercosur. Por el otro, la suspensión de Paraguay hizo posible el ingreso reclamado por los otros parlamentos. En el caso de Lugo trabajamos con los discursos electorales y de asunción, es decir, los iniciales de alguien que ingresaba a la vida política. Lo que analizamos era cómo el discurso político se desplegaba en el entramado religioso, una estrategia efectiva para que Lugo ganara las elecciones: hablaba en nombre de todos, evitaba los enfrentamientos y las agresiones, evocaba al pueblo paraguayo, utilizaba símbolos, tópicos, elementos propios del catolicismo. La discursividad política tenía una fuerte impronta religiosa y generaba el efecto de sacralización de aquella con la consiguiente recuperación de la política como instrumento legítimo. Nuestras observaciones finales planteaban que todo esto le había sido muy útil en la campaña y en los momentos celebratorios de la asunción, pero imaginábamos que cuando tuviera que enfrentar las tensiones de la vida política y los agudos problemas que Paraguay presenta, posiblemente tendría que elaborar otros recursos y modelar diferentemente su discursividad. Para evaluar si lo logró o no tendríamos que avanzar en el análisis considerando los discursos posteriores.

Fuente: Página /12, 10 de septiembre de 2012

Saintout, contra las matrices que apuntan a inhibir derechos



La decana de la Facultad de Periodismo participó del programa 678, de la TV Pública, en donde se trataron, entre otros temas, el voto optativo a los 16 años y la violencia de género expresada en la última tapa de la revista “Noticias”. En ese marco, rescató la iniciativa política del kirchnerismo en la ampliación de derechos y criticó las posturas conservadoras, machistas y adultocráticas.


En su edición de anoche, 678 abordó la polémica desatada por la última tapa de “Noticias” (Perfil) al exhibir una alta carga de violencia simbólica contra la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en su condición de mujer.
Con una imagen tomada de un video erótico de la banda “The Rockadictos”, que tiene como protagonista a la Presidenta, la revista de Jorge Fontevecchia titula la nota de portada como “El Goce de Cristina”, en donde se anuncia un presunto análisis psicológico del uso de la cadena nacional y trata de responder “por qué el ejercicio del poder y el contacto con la masa actúan como factores erotizantes”.
“La imagen de la revista Noticias busca generar terror, la cadena del miedo busca generar terror también con esto”, dijo Florencia Saintout, quien analizó la “criminología del goce” desplegada por el medio.
“A lo largo de la historia el goce de las mujeres ha sido un gran problema para las sociedades patriarcales. Las ‘brujas’ que quemaron en la hoguera, fueron quemadas por esto del goce que aterra. (…) La mujeres tiene derecho al goce y esto a una sociedad conservadora le asusta”, explicó.
La decana de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP  amplió luego esta idea cuando 678 trató la oposición de ciertos sectores a que los jóvenes puedan votar. En el informe que introdujo el debate, aparecieron los argumentos más reaccionarios y conservadores de dirigentes políticos como Ernesto Sanz, Eduardo Amadeo, Patricia Bullrich y María Eugenia Estenssoro. También hubo algunos periodistas. Uno ellos fue el columnista de TN y La Nación, Adrián Ventura, que llegó a calificar como “más peligroso” el voto de los extranjeros que el de los jóvenes de 16.
“Impresiona ver en el informe quiénes son los que hablan: políticos y periodistas que pertenecen a una misma matriz civilizatoria, una matriz de machos, de blancos, una matriz adultocrática para inhibir derechos”, sostuvo Saintout.
La decana también dijo sentirse “indignada” por los planteos opositores contra el voto a los 16 años porque “lo mejor que tiene esta Argentina lo han protagonizado jóvenes”.
“Se dice que estos jóvenes ‘ingresan’ a la política, pero no es que ingresan, están transformando la política, están combatiendo contra las miserias de mucho de lo que había quedado de los ‘90, y están protagonizando eso, puedan votar o no puedan votar”, agregó.
Por último, la decana  de Periodismo rescató “la iniciativa política del kirchnerismo” en la ampliación y profundización de derechos. “Muchos no pueden entenderlo porque tienen la política del pragmatismo absoluto o de la derecha”, consideró.

Fuente: Agencia Periodística de Buenos Aires
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miércoles, 5 de septiembre de 2012

Mariotto apuntó contra Cariglino por el “asesinato mafioso” del enfermero



Desde Ensenada, el vicegobernador repudió el crimen en el que estarían involucradas las patotas del intendente de Malvinas Argentinas. “No se pueden apañar las prácticas de connivencia entre la política con el delito porque termina en estos episodios ultrajantes y terribles”, subrayó luego de reunirse con familiares de la víctima.


El vicegobernador Gabriel Mariotto condenó esta tarde en Ensenada el crimen del enfermero de Malvinas Argentinas, Walter Navarro, quien había denunciado irregularidades en el manejo del hospital “Claudio Zin” de esa localidad.
“Hoy tras casi treinta años de democracia nos matan a un compañero de un tiro porque difiere de la forma de administrar un hospital”, lamentó el funcionario, para remarcar de inmediato que “no es un asesinato más”.
“Es un asesinato de tinte político, es un asesinato mafioso que se lleva adelante en un distrito de nuestro Conurbano. No se pueden apañar las prácticas de connivencia entre la política con el delito porque termina en estos episodios ultrajantes y terribles”, destacó Mariotto.
Para el vicegobernador, en la comuna que gobierna Jesús Cariglino “armaron un espacio supuestamente de excelencia que ha tenido problemas de mala praxis, reciben un gran dinero, y aparece el Estado vinculado al negocio de la salud; cuando el Estado lo que tiene que dar es soluciones para que la gente no padezca enfermedades”.
“Y defienden su acción hasta matando a un ciudadano, pero nosotros no podemos quedarnos impávidos ante esto, tenemos que reaccionar institucionalmente como corresponde”, enfatizó.
En ese marco, Mariotto recordó que “en el Senado ya habíamos armado un pedido de un informe porque la patota del intendente había fajado a un grupo de periodista en el origen del inconveniente. Hicimos el pedido por la mala praxis de Celeste, la nena que murió en esa primera etapa, ¿y qué decía la prensa…? Qué estábamos en contra de la política de seguridad del gobernador (Daniel Scioli)”.
“Pero Daniel –agregó- sabe perfectamente que no es así, que no es que estamos en contra, sino que estamos a favor de la vida y a favor de poner en palabras los problemas que tiene la provincia para poder solucionarlos. Sucede que es más fácil mirar para otro lado”.
Junto a un grupo de senadores y colaboradores, Mariotto visitó hoy al hijo del enfermero que ayer perdió la vida luego de ser baleado por un grupo de “matones”, horas después de haber denunciado públicamente que los casos de mala praxis sucedidos en el hospital Claudio Zin se deben a los “negocios que hay atrás de la salud en Malvinas”.
Luego, el vicegobernador participó de la inauguración de un mural en homenaje al padre tercermundista Carlos Mugica en Ensenada, junto al intendente local, Mario Secco, los senadores provinciales, Gustavo Oliva y Cristina Di Rado; y el diputado provincial Gabriel Bruera.
Desde allí, y a partir de los acontecimientos sucedidos en el distrito de Cariglino, expresó: “Creo que no se tiene que llegar estas situaciones para que nosotros nos conmovamos, porque en la memoria de la lucha de todos los compañeros esta nuestra responsabilidad”.
“Tenemos que estar a la altura de los compañeros que hicieron grande el movimiento nacional y que dejaron la vida para hacerlo. Y para eso tenemos que organizarnos en la lucha y la conciencia, porque así lo hizo el padre Mugica, así lo quiso Néstor y para eso trabaja nuestra presidenta todos los días”, concluyó.

Fuente: Agencia Periodística de Buenos Aires
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sábado, 1 de septiembre de 2012

Cristina Fernández de Kirchner, la inversamente proporcional



Frente a las cámaras de la TV, ella, quien se para y dice, es un cuerpo que se expone a sí mismo. La presidenta demostró que el poder omnímodo de la corporación mediática es un mito. Pone en tensión política un abordaje teórico que viene desarrollándose desde la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.-

Por Víctor Ego Ducrot (*) / Quiero escribir sobre el boleo de zurda que Cristina le pegó a cierto fetiche que pretende dormir tranquilo entre las sábanas bordadas de la teoría comunicacional, ese que habla del supuesto poder omnímodo de los medios. Se paró frente al blanco, apuntó y la embocó: la posibilidad de influencia del dispositivo mediático hegemónico es inversamente proporcional a la irrupción de actores políticos y sociales, tangibles, de carne y hueso, y con capacidades concretas de organización y movilización.
La presidenta no lo dijo así, textualmente, pero da lo mismo. El jueves último, Cristina Fernández de Kirchner sostuvo: “Demostramos (se refería a la experiencia política desde 2003 a la fecha) que se puede gobernar con la voz del pueblo sin necesitar el apoyo de las corporaciones mediáticas (…). La voz del pueblo es la más potente.”
Se trató del discurso de una jefa de Estado, de una líder política, no de una académica, y mucho menos del campo de la Comunicación (ya la propia “academia” se encargará de discurrir acerca de la ontología de la voz del pueblo; nunca se sabrá bien para qué sirven esas elucubraciones), aunque con agudeza habría que observar su propio rol de potente comunicadora, no la mejor, sino casi la única con la que cuenta el proyecto de profundas transformaciones que ella misma encabeza: a sus definiciones políticas sobre el rol que cumplen la corporación mediática hegemónica –”cadena nacional de la desinformación y el ocultamiento”– le contrapuso, y ella mismo se encargó de explicarlo, el uso de la cadena nacional en serio de radio y televisión, para informar lo que los grandes medios dominantes invisibilizan.
Los de lengua y pluma rápidas para los lugares comunes dirán que Cristina no hace otra cosa que apelar al aparato comunicacional, que lo suyo no es otra cosa que un poco más de lo mismo que tanto critica, y vaya a saber cuántas otras zonceras más. Lo que no ven (u ocultan) es que frente a las cámaras de la TV y a los micrófonos de la radio, quien se para y dice es un cuerpo que se expone a sí mismo en forma cotidiana, desde su responsabilidad institucional pero emitiendo juicios comprometidos, con un estar a favor o en contra, y hasta con modos y gestos de la propia cotidianeidad. “Soy así, soy esto, júzguenme”, dice Cristina cada vez que comunica; situándose muy lejos de las campañas vacías, sin cuerpos, pintarrajeadas, eso sí, de amarillo o naranja, según de qué lado de la General Paz uno se pare.
Cuando los cuerpos tangibles aparecen, cuando movilizan e intervienen desde (y en) la realidad tangible, la capacidad de influencia de los dispositivos mediáticos hegemónicos encuentra entonces la horma de su zapato, diríamos; no puede, más allá de las cientos de tapas y primeras planas en contra, de los miles de minutos de tele y radio al servicio de la desinformación, no puede impedir que la concreción irreversible del principio de lo inversamente proporcional.
No fue la que acabamos de comentar la primera intervención teórico-comunicacional de la presidenta. A principio de agosto, cuando fustigó a la llamada publicidad no convencional y deschavó cómo el todo terreno del Grupo Clarín, Marcelo Bonelli, obtenía ingresos familiares vía Repsol, lo que explica la furibunda campaña que lanzó contra la recuperación de YPF, Cristina reflexionaba sobre los mecanismos encubridores de las prácticas periodísticas. “Bajo una pretendida pátina de independencia –señaló–, están sirviendo a intereses inconfensables.” “La relación entre medios, política y poder en el centro de la agenda pública. Una mirada desde el modelo teórico metodológico Intencionalidad Editorial”, escribió días después Ernesto Espeche, doctor en Comunicación por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y director de Radio Nacional Mendoza. La nota fue publicada por las agencias AgePeBa (www.agepeba.org) y APAS (www.apasdigital.org), ambas de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social (FPyCS) de la propia UNLP.
Con Espeche venimos conversando hace mucho tiempo y en forma cotidiana acerca de estas preocupaciones teóricas –fue el primero en sumarse a los trabajos de desarrollo del modelo teórico y metodológico Intencionalidad Editorial que conduje en la FPyCS, propuesta que utilizó como marco en su propia tesis doctoral–, así que seguro no se va a enojar si retomo algunos de sus dichos en aquel artículo acerca de la irrupción de Cristina, convalidando desde la práctica política lo que afirmamos desde la producción periodística, pero sobre todo desde la reflexión acerca de nuestro propio hacer.
La publicidad no convencional, según los términos vertidos por Cristina a principios de agosto, es el modo que tienen algunos periodistas para oficiar de lobbistas de determinados intereses, a partir del tratamiento de la información. Esa práctica es cuestionable en la medida en que no se explicita la relación entre las posiciones periodísticas plasmadas en algunos medios y los recursos económicos que sostienen esa direccionalidad editorial. Por ello, la presidenta propuso que “debería haber una ley en la República Argentina que obligara, así como obligan a los funcionarios públicos”, a declarar el origen de los ingresos económicos del poder mediático. Y agregó: “necesitamos una ley de ética pública para este poder de una buena vez por todas”.
No se trata de condicionar las opiniones, por el contrario, se trata de “manifestar si reciben dinero de alguna empresa o si tienen alguna inclinación política”. En ese marco, la jefa de Estado citó el caso de Estados Unidos, donde “los diarios pueden definirse a favor de tal o cual candidato, pero deben hacerlo explícitamente y recuerdo que en la campaña presidencial, en la última, el Washington Post y el New York Times habían decidido públicamente en sus editoriales que apoyaban a Barack Obama”. Y advirtió que “esto no está mal, es parte de la democracia, es parte del funcionamiento democrático, del sistema de medios de comunicación. Lo que está mal es, bajo una pretendida pátina de independencia, estar sirviendo a intereses inconfensables.”
En esta última apreciación está el núcleo duro del ocultamiento deliberado en el que incurre el periodismo hegemónico, tema que trabajamos con especial dedicación desde el modelo teórico y metodológico que hace ya unos años bautizamos Intencionalidad Editorial y cuya primera aproximación está volcada en el libro Sigilo y nocturnidad de las prácticas periodísticas hegemónicas, publicado en 2009 por el Centro Cultural de la Cooperación.
Allí afirmamos que los medios y el periodismo son herramientas estratégicas para la conquista, la conservación o la deconstrucción de poder, operaciones que requieren de un alto nivel de eficacia en términos de producción e imposición de sentidos dominantes; y que por lo tanto apelan al ocultamiento de sus verdaderas visiones de la realidad. Pero el problema es –siempre el problema– que una comunicación democrática requiere del corrimiento de velos, necesita que los medios y las prácticas periodísticas se sinceren ante sus usuarios. Más o menos lo mismo que planteó Cristina.

Fuente: Agencia Periodística de Buenos Aires
www.agepeba.org