El escenario político actual muestra un
gobierno en descomposición, pero con la voluntad de continuar en un plan de
saqueo de la economía nacional. Ese rumbo solo puede aumentar un descalabro ya
terminal, sin chances de reflotar la cohesión gubernamental o de favorecer las
expectativas reeleccionistas de Macri. Por ello, el problema político más
delicado no es la supervivencia del gobierno oligárquico, sino el
reacomodamiento de las fuerzas sociales que lo sustentaron hasta aquí,
especialmente los intereses vinculados al capital financiero internacional. Esos
intereses intentan condicionar al próximo gobierno de signo nacional-popular, y
para ello la amenaza cada vez más cercana de una debacle general “a lo 2001”,
parece la herramienta principal. No cabe esperar piedad de los saqueadores. La
anti utopía del macrismo se esfuma, y se queda, cara a cara, con los intereses
orgánicos del imperialismo, representados en el FMI. El descrédito relativo del
FMI, por su evidente corresponsabilidad en el derrumbe argentino, no debe llevarnos
a subestimar su poder.
En tal cuadro de situación, parece claro que la
posibilidad de éxito (más allá de lo electoral) del proyecto nacional-popular
depende de la convergencia de una adecuada orientación política, muy atenta a
la contingencia pero con mirada estratégica, y una amplia base social asentada
en los intereses mercado internistas. Estos elementos son contrastantes con la
situación política y social del pueblo argentino en el año 2001. Aun así, debe
observarse el profundo daño que ha sufrido y seguirá sufriendo un tiempo más el
conglomerado productivo nacional y los sectores populares. Por ello, el “castigo”
se aplicará allí, al tiempo que continúa la campaña de demonización del
kirchnerismo y el peronismo.
En un escenario así, la articulación entre la
orientación política y la coalición social pasa a ser fundamental. Nos
referimos a los hombres y mujeres concretos, a los militantes, referentes y
dirigentes. Ese nexo es el que puede asegurar un enraizamiento profundo del
proyecto nacional-popular, y de esa manera resistir la embestida dirigida a
continuar disgregando el tejido social popular. Allí se encarna la memoria viva
del movimiento nacional, en repertorios de organización y lucha, en
experiencias de comunicación popular, en una cultura polemista que se afina
cada vez más y desafía el discurso único del neoliberalismo. Ese patrimonio del
pueblo argentino no estuvo ausente en el año 2001. Pero ahora tiene otra
densidad, amasada en una década efectivamente ganada. Hay que hacerlo valer.
Germán Ibañez
No hay comentarios:
Publicar un comentario