lunes, 12 de agosto de 2019

Sigue siendo revolución y contrarrevolución…


La corrida cambiaria desatada tras el triunfo popular de la fórmula Alberto Fernández /Cristina Fernández de Kirchner pone sobre aviso acerca de las maniobras desestabilizadoras que aún nos esperan. El máximo responsable es el gobierno oligárquico de Mauricio Macri. Pero detrás de él se manifiesta un complejo conglomerado de intereses rentistas “nacionales” y del capital financiero internacional. Son los beneficiarios del saqueo a la economía argentina de los últimos tres años y medio, causantes de la caída del empleo y del ingreso de los trabajadores, del industricidio y del demencial endeudamiento externo. Se resistirán a perder sus privilegios, buscando, de mínima, concretar los últimos despojos a la riqueza nacional, pero eventualmente también obtener lo máximo posible del gobierno de Macri al que no dudarán en abandonar a su suerte, y especialmente condicionar a un próximo gobierno nacional-popular.
Una de las claves del triunfo del Frente de Todos, es su decisión de interpelar y representar al bloque de intereses del país productivo, de las pequeñas y medianas empresas, de los trabajadores y aquellos que dependen de un ingreso fijo, de los actores profesionales, intelectuales y académicos que se identifican con el desarrollo nacional, científico y cultural. La solidez de tal convergencia social es lo que fortalece una coalición político-electoral, dándole posibilidades de transformarse en opción de gobierno. Sobre todo, constituyendo la raíz social, económica y cultural del despliegue del proyecto nacional, sin la cual los acuerdos políticos no pueden ser sino circunstanciales.
De modo que se enfrentan, en un terreno que excede lo electoral, bloques de clases con articulaciones internacionales y proyecciones de alianzas divergentes y aún opuestas. El bloque “globalizante” conserva todavía sólidas posiciones (para empezar, está en el gobierno hasta diciembre), especialmente a la hora de desestabilizar las principales variables económicas. Pero también para incidir en la agenda política del día a día, construir sentidos, y escarbar en los más oscuros valores y creencias del imaginario social.  El bloque de los “productores nacionales” por su parte remonta una cuesta de deterioro económico y desencuentros políticos. Su fortaleza material se asienta en las reales condiciones para un autodesarrollo nacional, que se verifican cada vez que la orientación estatal acompaña esos intereses (Perón, Néstor, Cristina). Pero la economía “no lo es todo”. La riqueza y la vivacidad de las tradiciones políticas populares, las estrategias de resistencia y supervivencia “creativa” de los agredidos por el saqueo oligárquico, y el cúmulo de valores solidarios, igualitaristas y democráticos que son la mejor parte de nuestra tradición nacional, constituyen el activo más importante del despliegue del proyecto nacional. Tan importante es, que puede advertirse en la comunicación monopólico el modo en que constantemente tal tradición es devaluada o tergiversada. Y finalmente, hay que referirse la calidad de los liderazgos políticos. Sin liderazgo, sin acertar en política, no se termina de consolidad nunca un proyecto nacional, no termina de erigirse un poder político democrático fuerte. Cristina Fernández de Kirchner es altísima manifestación de tradición de liderazgos populares. La tenemos nosotros.
Si se mira la historia nacional, se verá que esta configuración del conflicto político, económico y cultural, no es completamente inédita. Avances y retrocesos, “revolución y contrarrevolución”, se han manifestado una y otra vez en nuestra historia. Hace muchos años, Jorge Abelardo Ramos le dio el título de Revolución y contrarrevolución en la Argentina a uno de sus trabajos emblemáticos. Mucha agua ha corrido bajo el puente, los contextos son diversos. También es relevante la necesidad de incorporar nuevas referencias intelectuales. Pero lo medular de ese movimiento entre el avance popular y la petrificación oligárquica tan bien captado en ese libro, sigue allí. Que sea Revolución.

Germán Ibañez

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