Se acepta comúnmente que el mejor despliegue de
los procesos políticos populares exige la “profundización del debate”, aunque
lógicamente pueda haber discrepancias en cuanto a sus contenidos concretos,
modalidades y oportunidad. A veces se entiende como una discusión interna al
propio movimiento popular, caracterizando tareas y problemas, definiendo
prioridades, señalando inconsistencias o errores. Pero la profundización del
debate incluye también la crítica a la configuración cultural dominante, al
campo antagónico al movimiento nacional-popular. En ese plano, profundizar el
debate es parte de la batalla cultural o la construcción de hegemonía sobre el
conjunto del bloque social. Esto último parece lo prioritario en momentos como
los actuales, puesto que no puede presumirse que la oligarquía esté derrotada.
Lo que ha sido derrotada es una administración
gubernamental particularmente funesta, encarnada en Mauricio Macri; pero las
bases del bloque dominante permanecen sólidas. Por el contrario, las bases
sociales del proyecto nacional-popular vienen de una etapa de disgregación
caracterizada por la desindustrialización, el crecimiento de la pobreza y el
desempleo, el endeudamiento, la destrucción del sistema de ciencia y
tecnología, y otros problemas igualmente gravosos. Asimismo, el contexto
regional y global presenta complicaciones, con gobiernos de derecha
enseñoreados en varios países latinoamericanos y con la eventualidad de un
recrudecimiento del conflicto en Medio Oriente merced a la agresión
imperialista de EEUU.
En atención a estas cuestiones, profundizar el
debate tiene que ver con el análisis y la crítica a las derechas locales,
regionales y globales, a sus estrategias destituyentes, a la construcción de
sentidos conservadores que promueven, a sus bases de sustentación (que van
mucho más allá de los partidos y referentes visibles). Es necesario ver todo
esto en sus manifestaciones contemporáneas, pero también en sus raíces
históricas. En nuestro país, la eficacia pasada de la propuesta neoliberal,
pretendidamente moderna y “sin compromisos” con el pasado, se asentó en
realidad sobre una trama cultural de larga data, construida en prolongados
ciclos de luchas de clases y enfrentamientos políticos.
En esa puja secular, los ideólogos del bloque
oligárquico elaboraron la idea de la barbarie
del otro. Arturo Jauretche y otros pensadores nacionales desmontaron
magistralmente esta configuración cultural, pero eso no significó que fuera
superada por la sociedad argentina. La palabra “barbarie” puede que no aparezca
literalmente pues los más connotados referentes de la derecha neoliberal de hoy
parecen preferir un lenguaje más procaz, y en todo caso no pueden alardear de
la erudición de los padres fundadores del liberalismo conservador argentino.
Pero la idea sigue presente, con nuevas formas. El corazón de la disputa es la
negativa del sujeto popular a acomodarse a los sucesivos esquemas de
sobreexplotación, marginalidad y subordinación. De allí el “encono” que generó
en la oligarquía el primer peronismo, en la medida en que disputó la
distribución del excedente económico, la conducción del proyecto
nacional-estatal, y sobre todo expresó una ruptura de las formas tradicionales
de la deferencia. Esto último generó una herida narcisista en el bloque
oligárquico, que no se ha cerrado y que se reactualiza con cada nueva
cristalización del proyecto nacional-popular. Como la feroz simplificación del
debate forma parte de las estrategias de dominación contemporánea, los
operadores mentales del neoliberalismo han comprimido este complejo proceso
histórico cultural en la expresión “la grieta”.
Por ello, “salir de la grieta” implica retomar
críticamente los términos de una disputa histórica, reconstruir su genealogía,
apuntalar la construcción popular que concretamente
establece la vía de superación a través de la redistribución progresiva de la
riqueza, la construcción de soberanía estatal-nacional, y la democratización
del poder. Profundizar el debate significa pues asumir la dimensión histórica
del conflicto social y la lucha por el poder, desmontando la construcción de
sentido conservadora. Ir más allá de la polémica del día, y construir
progresivamente las bases ideales de la hegemonía popular.
Germán Ibañez
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