domingo, 12 de enero de 2020

Profundizar el debate


Se acepta comúnmente que el mejor despliegue de los procesos políticos populares exige la “profundización del debate”, aunque lógicamente pueda haber discrepancias en cuanto a sus contenidos concretos, modalidades y oportunidad. A veces se entiende como una discusión interna al propio movimiento popular, caracterizando tareas y problemas, definiendo prioridades, señalando inconsistencias o errores. Pero la profundización del debate incluye también la crítica a la configuración cultural dominante, al campo antagónico al movimiento nacional-popular. En ese plano, profundizar el debate es parte de la batalla cultural o la construcción de hegemonía sobre el conjunto del bloque social. Esto último parece lo prioritario en momentos como los actuales, puesto que no puede presumirse que la oligarquía esté derrotada.
Lo que ha sido derrotada es una administración gubernamental particularmente funesta, encarnada en Mauricio Macri; pero las bases del bloque dominante permanecen sólidas. Por el contrario, las bases sociales del proyecto nacional-popular vienen de una etapa de disgregación caracterizada por la desindustrialización, el crecimiento de la pobreza y el desempleo, el endeudamiento, la destrucción del sistema de ciencia y tecnología, y otros problemas igualmente gravosos. Asimismo, el contexto regional y global presenta complicaciones, con gobiernos de derecha enseñoreados en varios países latinoamericanos y con la eventualidad de un recrudecimiento del conflicto en Medio Oriente merced a la agresión imperialista de EEUU.
En atención a estas cuestiones, profundizar el debate tiene que ver con el análisis y la crítica a las derechas locales, regionales y globales, a sus estrategias destituyentes, a la construcción de sentidos conservadores que promueven, a sus bases de sustentación (que van mucho más allá de los partidos y referentes visibles). Es necesario ver todo esto en sus manifestaciones contemporáneas, pero también en sus raíces históricas. En nuestro país, la eficacia pasada de la propuesta neoliberal, pretendidamente moderna y “sin compromisos” con el pasado, se asentó en realidad sobre una trama cultural de larga data, construida en prolongados ciclos de luchas de clases y enfrentamientos políticos.
En esa puja secular, los ideólogos del bloque oligárquico elaboraron la idea de la barbarie del otro. Arturo Jauretche y otros pensadores nacionales desmontaron magistralmente esta configuración cultural, pero eso no significó que fuera superada por la sociedad argentina. La palabra “barbarie” puede que no aparezca literalmente pues los más connotados referentes de la derecha neoliberal de hoy parecen preferir un lenguaje más procaz, y en todo caso no pueden alardear de la erudición de los padres fundadores del liberalismo conservador argentino. Pero la idea sigue presente, con nuevas formas. El corazón de la disputa es la negativa del sujeto popular a acomodarse a los sucesivos esquemas de sobreexplotación, marginalidad y subordinación. De allí el “encono” que generó en la oligarquía el primer peronismo, en la medida en que disputó la distribución del excedente económico, la conducción del proyecto nacional-estatal, y sobre todo expresó una ruptura de las formas tradicionales de la deferencia. Esto último generó una herida narcisista en el bloque oligárquico, que no se ha cerrado y que se reactualiza con cada nueva cristalización del proyecto nacional-popular. Como la feroz simplificación del debate forma parte de las estrategias de dominación contemporánea, los operadores mentales del neoliberalismo han comprimido este complejo proceso histórico cultural en la expresión “la grieta”.
Por ello, “salir de la grieta” implica retomar críticamente los términos de una disputa histórica, reconstruir su genealogía, apuntalar la construcción popular que concretamente establece la vía de superación a través de la redistribución progresiva de la riqueza, la construcción de soberanía estatal-nacional, y la democratización del poder. Profundizar el debate significa pues asumir la dimensión histórica del conflicto social y la lucha por el poder, desmontando la construcción de sentido conservadora. Ir más allá de la polémica del día, y construir progresivamente las bases ideales de la hegemonía popular.

Germán Ibañez

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