lunes, 5 de septiembre de 2011

El modelo de sustitución de importaciones de ideas



Escenarios
Debate profundo
El modelo de sustitución de importaciones de ideas
Se han denominado los modelos de acumulación de capital de acuerdo a las políticas estratégicas (objetivos, proyectos y políticas) implementadas en distintas latitudes y en distintas épocas históricas de acuerdo a los grupos de interés que se privilegian o que detentan y hegemonizan el poder político.
Por Ana Jaramillo* |
04|09|2011
En nuestro país se han implementado diversos modelos de acumulación de capital de acuerdo a las distintas políticas implementadas a lo largo de su historia, que a veces se denominan fundamentalmente desde categorías económicas y a veces desde categorías políticas que denotan las opciones de política económica. Así tuvimos modelos agroexportadores, de sustitución de importaciones, industrialistas, desarrollistas, liberales o neo liberales, etc.

Desde otras latitudes hablan ahora del modelo argentino que aún no tiene nombre. El New York Times le recomienda a Obama implementarlo para aplacar el “malestar económico” y en Europa lo recomiendan para salir de las crisis. El diario neoyorquino habla del crecimiento del país que no perjudicó al pueblo y que bajó el nivel de pobreza y el desempleo.

Se lo define como heterodoxo de acuerdo a la posición frente a las recetas “ortodoxas” de los organismos internacionales financieros, sobre el manejo del gasto público y del endeudamiento, los ajustes estructurales frente a las crisis, etc.

Al modelo argentino aun innominado, a mí me gustaría llamarlo “modelo de sustitución de importación de ideas”.

Desde la formación del Estado nacional, hemos copiado ideas y modelos económicos y políticos tanto de los europeos como de los Estados Unidos. Es lo que Jauretche denominó el colonialismo pedagógico de nuestros intelectuales que llevó a la dependencia e imitación de las formas de gobierno y de las políticas económicas para solucionar nuestros problemas vernáculos.

En el 1900, el pensador uruguayo José Enrique Rodó nos decía: “No veo la gloria, ni en el propósito de desnaturalizar el carácter de los pueblos- su genio personal-, para imponerles la identificación con un modelo extraño al que ellos sacrifiquen la originalidad irremplazable de su espíritu; ni en la creencia ingenua de que eso pueda obtenerse alguna vez por procedimientos artificiales e improvisados de imitación. Ese irreflexivo traslado de lo que es natural y espontáneo en una sociedad al seno de otra, donde no tenga raíces ni en la naturaleza ni en la historia…”

Todavía se sigue hablando de la educación como un gasto, mientras sabemos que es una de las inversiones más estratégicas de nuestro país y de toda América Latina, no sólo para crecer sino para ampliar la democracia. ¿Qué ganamos importando en forma permanente “bienes de capital” descubiertos y producidos en otras latitudes, sin preparar a nuestros hombres y mujeres para investigar y capacitarlos para la creación científica y tecnológica adecuada a nuestra realidad y a nuestros problemas?

Desde el otro lado de los Andes la educación superior continúa siendo simplemente un gasto casi suntuario del Estado y no una necesidad de formar científicos, profesionales, académicos y tecnólogos que con vocación nacional se comprometan con el desarrollo propio.

La gratuidad de la enseñanza universitaria decretada por el Presidente Perón en 1949, es una inversión indispensable para sustituir la importación de ideas, para cuestionar la verdad y el pensamiento único. Si no fuera así terminaríamos siendo maquiladores de capital, de productos e ideas ajenas.

Afortunadamente, el Presidente Kirchner se negó a aceptar el ALCA hace ya seis años. La supuesta globalización es un globo cuyo piolín lo manejan los poderosos, generando más pobreza y menos democracia.

Las medidas políticas aplicadas desde el año 2003, desde el rechazo al ALCA, el desendeudamiento y el pago de la deuda externa con reservas, la nacionalización de las AFJP, el empoderamiento de los menos favorecidos a través de la asignación universal por hijo, la inversión del presupuesto destinado al pago de la deuda hacia la inversión en educación, la derogación de las leyes de punto final y obediencia debida, la restitución de las paritarias, el aumento bianual a los jubilados, el matrimonio igualitario, la ley de medios suprimiendo los monopolios informativos y tantas otras medidas que ensanchan los derechos democráticos del pueblo nos confirman que no somos maquiladores de ideas ajenas.

En 1949, el filósofo y Ministro de Educación mexicano, José Vasconcelos, nos decía en el Primer Congreso de Filosofía:: “la verdad es armonía de pensamiento y realidad…afortunadamente, en nuestros pueblos, el filósofo ha sido, por lo menos en la etapa heroica de nuestra formación nacional, un héroe de la idea; un creador de cultura” (...) cada nueva doctrina filosófica se convertía en el alma de una cruzada de inmediata aplicación social”.

En Nuestra América, la construcción social de la libertad y de la democracia no es imaginaria ni utópica como las de Tomás Moro, la de Campanella o la de Bacon, sigue siendo un lugar donde hacerla realidad.

*La autora es Rectora de la Universidad Nacional de Lanús
Fuente: Agencia Periodística de América del Sur

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