Revisitando la cuestión de la conciencia nacional
Existe una interpretación de la nación y de la conciencia nacional como “olvido”: aquellos procesos sociales que una comunidad nacional prefiere olvidar, por traumáticos o por resultar menos consensuados entre los integrantes de tal comunidad. El resultado es la afirmación de otros procesos que son, finalmente, aquello que se recuerdan. Cabe la pregunta de quién determina los olvidos y lo que se recuerda.
En la tradición del pensamiento nacional argentino se suscitó otra interpretación de la conciencia nacional, claramente divergente de la anterior, que es la que se desarrolla Juan José Hernández Arregui en su libro La formación de la conciencia nacional. En el abordaje claramente historicista de Hernández Arregui las distintas tradiciones de pensamiento y las diferentes vertientes ideológicas, en sus choques, confrontaciones, debates y polémicas a lo largo del tiempo, negándose mutuamente alumbran nuevas síntesis (siempre provisorias) que expresan el movimiento contradictorio de ascenso a la autoconciencia del pueblo argentino (como sujeto histórico con identidad, atravesado por contradicciones sociales). Ese movimiento dialéctico eclosiona entonces en una nueva síntesis que es justamente la conciencia nacional. Cuando Hernández Arregui describía este proceso, en los comienzos de la década de 1960, postulaba que se acercaba ya el punto crítico, irreversible, de maduración de la conciencia nacional de los argentinos, de la mano de la revolución popular y antiimperialista. El peronismo, como movimiento de liberación nacional, con una definición más claramente revolucionaria aún que en los años precedentes, sería para Hernández Arregui el vector de ese proceso.
Pero surgirá luego el dramático desafío de explicar una conciencia nacional en regresión. Ese desafío es el que plantea una historicidad congelada, primero por el Terror dictatorial y luego por el “presente perpetuo” de la globalización neoliberal. La cancelación de todo un ciclo de luchas populares, la expropiación de la memoria, la consagración de la injusticia y la impunidad marcarán una “regresión” de la conciencia nacional, tal como la caracterizaba Hernández Arregui: como la autoconciencia del pueblo en tren de liberación.
En ese contexto, la lucha por la memoria, la justicia y la reparación histórica constituye un nuevo momento de la lucha por la conciencia de la nación. Ya no un imposible “olvido” de lo traumático o doloroso, sino el rescate de las memorias aplastadas, negadas, “expropiadas” por el terrorismo de Estado y la impunidad. Señalando claramente que los partidarios del olvido suelen ser aquellos que también toman partido por la impunidad o la toleraron. Ese es el camino que delinearon los movimientos de Derechos Humanos, construyendo un insustituible aporte a la conciencia nacional de los argentinos. Ese es el camino que comenzó a asegurar también el Estado nacional a partir de 2003 con el gobierno de Néstor Kirchner y luego de Cristina Fernández de Kirchner. Es el camino, siempre azaroso, siempre atravesado por el conflicto y la contradicción, hacia una nueva síntesis, con mayor justicia y sin “olvidos” impuestos por los dominadores.
Germán Ibañez
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