miércoles, 13 de febrero de 2019

El núcleo duro de la convicción


La disputa por el sentido no se da solo en torno a la veracidad y calidad de la información, la versatilidad a la hora de argumentar, y la sistematicidad de las ideologías. Todo ello es muy importante, pero opera sobre el trasfondo de una historia cultural cuyo arraigo puede ser muy profundo. Esa historia cultural va conformando un imaginario social, que nunca es unívoco y expresa hondas contradicciones. En ese plano de la vida colectiva se consolidan o se erosionan convicciones, y se estimulan sensibilidades diversas. La dimensión de los sentimientos es muy fuerte, y se anuda a los valores que incorporamos y recreamos en la vida en común. Lo que se medita y pondera, de manera sistemática o no, va junto a lo que se siente “en las entrañas”, aquello que nos apasiona o nos deja fríos. Razón y prejuicio conviven, muchas veces sin beneficio de inventario.
Este plano puede conocerse y estudiarse, lo cual resulta muy necesario en la lucha política y social que hoy se vive en la Argentina. En el choque de argumentaciones, el “triunfo de la Razón” parece estar ausente y no se arriba a síntesis. En parte ello es así porque se desconoce o subestima la dimensión de los valores y convicciones. Nos seduce o persuade aquello que a priori parece coincidir con los valores que se sustenta. Aquí no nos referimos a esos discursos superficiales que a veces de manera ingenua y otras veces de modo malicioso, apelan a los “altos valores” que supuestamente nos comprometen a todos. Hablamos de aquello que nos coloca en un lado de la trinchera. Estamos con la igualdad o no. Nos moviliza la reivindicación colectiva o nos convence la superioridad de unos y la inferioridad de otros. En la vida política eventualmente hay que generar consensos, articular diferencias, convocar a moros y a cristianos. Pero en la lucha ideológica no vale la pena engañarse: la fractura es muy profunda y el antagonismo es estimulado cotidianamente por la ideología de la dominación.
Allí se encuentra una raíz del éxito de las argumentaciones banales que se reproducen día a día a través de los monopolios de la comunicación audiovisual y del discurso oligárquico. Van derecho al lecho profundo de prejuicios y rechazo visceral al otro que conforma una cara del imaginario colectivo. Eso se percibe también cuando, en el intercambio con compatriotas que sostienen al gobierno de Cambiemos, retroceden ante argumentaciones que dan cuenta de la magnitud del desastre económico y social. Pero no entregan el núcleo íntimo de su convicción.
No es una fatalidad insalvable, pero sí un plano muy raizal de la disputa política actual. El sustrato del proyecto nacional-popular, la solvencia de las argumentaciones, la densidad de la propuesta ideológica, se sostienen también en convicciones, que habitan asimismo el imaginario colectivo en árida disputa con los prejuicios y los valores de la dominación. La soberanía y la igualdad no son de los menos importantes. Son valores irrenunciables, y si faltan o se debilitan, también pasa lo mismo con las construcciones políticas o ideológicas que quieran erigirse para contraponerlas a la hegemonía oligárquica. No se trata de un sectarismo ideológico, sino del basamento de una política. La apertura a las diferencias y la conducción de un conjunto no idéntico de intereses no nace del eclecticismo ni del escepticismo. Comprender las razones del otro e interpelarlo no suponen neutralidad ni equidistancia en la secular disputa entre igualdad y desigualdad, entre soberanía o dependencia. Para desarmar la trama de la dominación no alcanza con responder las mentiras que se vierten a repetición. Hay que ir a la raíz profunda de los sentimientos y las convicciones que nos unen o nos separan.

Germán Ibañez

2 comentarios: